A.·.L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.
LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD
Q.·.Q.·.H.·.H.·. todos en vuestros distintos grados y condición.
Como
continuación a mi anterior intervención sobre las “grandes palabras”, también
denominadas “principios” de la Masonería, trataré sobre la trilogía:
Libertad-Igualdad-Fraternidad, lo que cabe pensar de la misma, y una visión de
dicha trilogía a la luz de la Masonería Rectificada.
Este
lema, nacido en plena Revolución Francesa, ha sido atribuido a la
Francmasonería injustamente, pues tiene su origen en la etapa de convulsión
social en Francia que dio lugar a la Revolución que tuvo lugar entre los años
1789 y 1799 y posteriormente al Liberalismo. Coincide también esta etapa
histórica con la corriente intelectual que se conoce como la Ilustración o
Siglo de las Luces –que abarca todo el siglo XVIII-, y coincide así mismo en el
tiempo con la configuración de la masonería especulativa en Inglaterra y
Francia, la organización de las primeras e incipientes Obediencias masónicas y la
reforma que dio lugar en éste país al nacimiento del Régimen Escocés
Rectificado en el año 1782, nueve años antes de la toma de la Bastilla en
París.
Es
en este convulso contexto, donde nace la divisa: Libertad, Igualdad,
Fraternidad.
De
esta divisa, vigente aún hoy en el actual gobierno de Francia, acabará
imponiéndose bajo la IIIª República, y se tiene conocimiento de ella
oficialmente en diciembre de 1790, cuando Robespierre[1], se
propone inscribir estas palabras en los uniformes y las banderas del ejército
francés. Sin embargo, según parece, el no era el autor del lema, sino el
conocido como Conde de Cagliostro, llamado en realidad Giuseppe Bálsamo,
aventurero italiano nacido en Palermo en 1745, a quien un destacado novelista
francés (Alejandro Dumas, padre), le atribuye un discurso pronunciado en una
Logia de la rue Platière en París. En plena convulsión social, masones o no,
todos intentaban verter algo de claridad en la oscuridad colectiva, y en el
interior de la masonería se enfrentaban las tendencias que abogaban por la
evolución espiritual del individuo, frente a las que pretendían una evolución
material y práctica, que diera respuestas aquí y ahora a las necesidades del
pueblo francés.
Según
Dumas, Cagliostro tomó la palabra en dicha Logia, ante una nutrida concurrencia
compuesta de dirigentes del movimiento revolucionario y algunos príncipes de
sangre –dicho sea de paso, me recuerda esta situación a lo ocurrido, bastantes
años después, cuando la IIª República española, en que todo aquel que quisiera
contar en política, debía pertenecer también a la masonería- enalteciendo a los
presentes a emprender lo que el llamaba: “el
segundo período revolucionario de la gran obra democrática” y animándoles a
comprometerse a no detenerse, hasta haber implantado en toda la tierra (sic) “esta santa divisa de Cristo, de la que
hemos implantado la primera parte: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD”[2]. Por
la mención a Cristo, Cagliostro, parecía determinado a convencer a todo el
mundo, incluso a los antaño creyentes, revestidos para la ocasión de
revolucionarios. Siguiendo siempre a Dumas, al parecer, Robespierre, el
diputado de Arrás, se encontraba entre los presentes, e increpó en voz alta a
Cagliostro: “Sí, juremos; pero antes
explícanos que entiendes tú por esas tres palabras con el fin de que nosotros,
simples apóstoles, podamos explicarlas después”. Y Cagliostro, le dijo lo
que entendía por ellas, y fuera como fuere, al parecer debió convencer a
Robespierre, pues éste las implantó posteriormente.
De
la definición de Cagliostro sobre la divisa: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD,
destacaré unos fragmentos de su explicación de la tercer palabra: Fraternidad,
en los que se ayuda de la figura de Cristo para poder explicarse, pues en las
dos primeras utiliza simplemente motivaciones sociales y humanas. Cagliostro,
decía así: “La Fraternidad, ¡Palabra
grande si es bien comprendida! ¡Palabra sublime si es bien explicada! Dios me
libre de decir que quien haya medido mal la altura de ella, tomándola en su
acepción estrecha para aplicarla a los habitantes de una aldea, a los
ciudadanos de una ciudad, a los hombres de un reino, sea un mal corazón...
Cuando Satán quiso tentar a Jesús, lo transportó a la montaña más alta del
mundo, desde la cúspide de la cual podía mostrarle todos los reinos de la
tierra, y no a la torre de Nazareth, desde donde sólo podía hacerle ver algunos
pueblos de Judea”. “Hermanos: no es a una ciudad, ni siquiera a un reino a
quien hay que aplicar la fraternidad; hay que extenderla a todo el mundo.
Llegará un día, hermanos, en que esta palabra que nos parece sagrada, la
patria, o esta palabra que nos parece santa, la nacionalidad, desaparecerán
como esos telones de teatro que no bajan provisionalmente más que para preparar
lontananzas infinitas, horizontes inconmensurables. Llegará un día, hermanos,
en que los hombres, que ya han conquistado la tierra y el agua, conquistarán el
fuego y el aire; en que atarán corceles flameantes, no sólo al pensamiento,
sino también a la materia; en que los vientos, que no son hoy día más que los
correos indisciplinados de la tempestad, se convertirán en los mensajeros
inteligentes y dóciles de la civilización. ¡Hermanos! Yo os lo digo, esa es la verdadera fraternidad del apóstol.
Cristo no murió para rescatar tan sólo a los nazarenos. Cristo murió para
rescatar a todos los pueblos de la tierra. No hagáis, pues, de estas tres
palabras: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, solamente la divisa de Francia;
inscribidla en el lábaro de la humanidad, divisa del mundo. . .
Creo,
que cuando menos en la explicación de esta tercera palabra de la trilogía, hay
que reconocer en Cagliostro, una declaración de buenas intenciones. Otra cosa
es en que acabó todo aquello, pero en cualquier caso, su exposición constituye
una buena muestra de lo que le sucede a una idea humana cuando la desproveemos
de su espíritu, de ese Espíritu que lo anima toda y sin el cual nada existe.
Después
de lo que acabo de exponer ¿se puede afirmar, sin faltar a la verdad, que la
trilogía LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, tiene origen masónico? La página
oficial en internet del Presidente de la República Francesa, no reconoce el
relato de Alejandro Dumas, achacándole su origen simplemente a Robespierre.
¿Podría constituir una verdad molesta, no reconocida por el gobierno francés
para no favorecer la masonería?, si tenemos que seguir la rigurosidad
científica actualmente aceptada, no hay documento depositado en biblioteca o
museo alguno –al menos que se sepa-, en que ésta teoría pueda apoyarse. En
consecuencia, queda reducida a nivel de leyenda.
Todo
este asunto, un poco es como querer ver la simbología masónica existente en los
billetes de un dólar americano, aunque en este caso, los padres de la nación
norteamericana, sí eran masones. Todo esto es fruto del maniqueísmo con que
algunos quieren ver la mano de la masonería por todas partes, mientras que
otros constatamos simplemente en qué queda la masonería cuando ésta se aparta
de sus principios esenciales.
El
Supremo Hacedor no me ha dotado con el don de la oratoria ni la capacidad de
convencimiento de Giuseppe Bálsamo, pero modestamente, intentaré ofreceros
algunos destellos a la luz de la tradición de la Masonería Rectificada.
A
pesar que la mayoría de Obediencias Masónicas se identifiquen y reflejen en la
divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad, la Masonería Rectificada y el Gran
Priorato de Hispania, no pueden suscribir tal afirmación, o al menos, no en los
mismos términos en que se identifican y reflejan dichas Obediencias. Ello no
quita, sin embargo, que no las hagamos nuestras pero en otra perspectiva, en la
perspectiva que nos es propia, perspectiva que hemos afirmado todos pertenecer
a ella al entrar en la Orden, y que no es otra que la Tradición cristiana. Esta
misma perspectiva, es la que nos diferencia del resto de Obediencias, al estar
presente explícitamente nuestra condición de Orden cristiana, tanto en los
Estatutos depositados en el Registro de Asociaciones del Ministerio del
Interior, como en los Códigos particulares por los que se rige el Régimen
Escocés Rectificado. No hay ninguna otra Obediencia Masónica en nuestro país
que pueda afirmar lo mismo, y en esto hay que ser taxativos. Es en este
punto, en el del cristianismo, en la Tradición judeocristiana, punto
importantísimo éste que diferencia las verdaderas Ordenes Iniciáticas de las
falsas –pues toda Orden iniciática, para serlo realmente tiene que estar
entroncada en una Tradición-, y en nuestro caso lo esta en la tradición
judeocristiana, propia del mundo occidental. Es éste, el punto determinante que
marca las distancias entre nuestra Obediencia y nuestra Orden Rectificada, del
resto de masonerías.
Queda
pues el exponer a todos, en qué podemos hacer nuestra cada una de estas tres
palabras: Libertad, Igualdad Fraternidad, antes de que el “Robespierre” de turno
me lo exija, como según la leyenda, éste lo hizo al Conde de Cagliostro.
La
Libertad. El Hombre, contravino la
voluntad de Dios por un ejercicio de su libre voluntad, haciendo recaer sobre
él y sobre toda su posteridad la Justicia divina. La Iniciación -y la
iniciación masónica constituye una de sus formas tradicionales-, que no es más
que un acto de Clemencia del Creador hacia su criatura, exige así mismo un acto
de libre voluntad para que pueda llevarse a cabo; ya que, si fue por un acto de
su libre voluntad que el hombre se apartó del G.A.D.U. es de justicia que sea
también por un acto de su libre voluntad, que el hombre solicite aproximársele.
No es por casualidad o por sordera, que el Venerable Maestro, se asegura en
múltiples ocasiones que el candidato da el paso con absoluta libertad y sin la
influencia de nadie, pues solo así puede hacerse efectiva la Iniciación.
Si
repasamos en el ritual la Ceremonia de recepción al grado de Aprendiz, veremos
la multitud de ocasiones en que se requiere al candidato primero y después al Aprendiz,
a que se pronuncie si es libremente que solicita hacerse Masón.
La
Libertad, toma aquí otra dimensión. A partir del momento en que es recibido, el
nuevo Aprendiz, se compromete a conducir su vida por el camino de la Virtud, se
obliga por sus votos formulados libremente –sin que nadie lo haya presionado- a
llevar las cosas de otra manera distinta a como las había llevado hasta
entonces. Para el nuevo Aprendiz, la Libertad, toma a partir de aquí otro vuelo,
para convertirse en una Libertad responsable, que hará de ella, la auténtica
Libertad, aquella por la que el hombre hace lo que debe hacer y no lo
que quiere hacer. Este ejercicio de la Libertad, lleva a un renunciar a la
voluntad propia en favor de la voluntad Divina, restituyendo (o al menos
sentando las bases para que pueda llevarse a cabo) el estado de cosas a la
época en que el hombre obraba de mutuo acuerdo con Dios, que cooperaba con Él.
La
oración enseñada por Cristo a sus discípulos, en el Padrenuestro, nos recuerda
ésta renuncia de la voluntad propia a favor de la voluntad divina: “...hágase tu voluntad, así en la Tierra
como en el Cielo”. Por otro lado, nuestra Regla Masónica, nos habla también
de esta libertad responsable a la que me refiero: “...las obligaciones usuales y comunes del ciudadano, han sido
santificadas y reforzadas por los votos libres y voluntarios del Masón...” [3].
Sin
pretender desvelar nada, es preciso decir, que a cada grado que uno pretenda
aspirar en la carrera iniciática que representa el Régimen Escocés Rectificado,
el Presidente de la Asamblea, se volverá a asegurar con preguntas parecidas,
para que todo paso que se pueda llevar a cabo, lo sea por la libre voluntad del
interesado.
Condición
importante e indispensable, ésta la de la Libertad.
Vayamos
ahora a la noción de Igualdad. ¿Qué nos dice nuestra Regla Masónica sobre la
Igualdad?. “Fiel al deseo de la
naturaleza, que es la igualdad, el Masón restablece en sus Templos los derechos
originales de la familia humana, no sacrificándolos jamás a los prejuicios
populares, y el nivel sagrado iguala aquí todas las condiciones. Respeta en la
sociedad civil las distancias establecidas o toleradas por la Providencia; a
menudo el orgullo las imagina, y sería muestra de orgullo el criticarlas, y querer
desconocerlas. Pero guárdate, sobre todo, de establecer entre nosotros
distinciones ficticias que desaprobamos; deja tus dignidades y tus decoraciones
profanas en la puerta, y no entres más que con la escolta de tus virtudes...”
[4] Este
extracto, corresponde al artículo de nuestra Regla destinado a: “Deberes con
los Hermanos” y es que efectivamente la noción de Igualdad, así contemplada,
enlaza con la de Fraternidad. Sin dejar la Regla Masónica Rectificada, en su
Artículo destinado a “Deberes con toda la Humanidad”, dice así: “...si, remontándote a nuestro común origen,
te complaces en amar tiernamente a todos aquellos que tienen los mismos
órganos, la misma necesidad de amar, el mismo deseo de ser útiles y un alma
inmortal como la tuya, ven entonces a nuestros Templos a ofrecer tu homenaje a
la santa humanidad; el universo es la patria del Masón, y nada de lo que tenga
que ver con el hombre, le es extraño.” [5]
Nuestro
común origen, hace que toda la humanidad sea hermana nuestra, nuestra condición
de hijos de Dios, hace que todos seamos hermanos, hijos de un mismo Padre con
un Hermano Mayor que es el Cristo. Y llegamos con esto a la noción de
fraternidad.
Hablando
de Fraternidad, creo necesario hacer aquí una precisión para evitar la
confusión, tan propia de nuestra condición humana. Como cristianos, toda la
humanidad es hermana nuestra, incluso aquella que no conoce a Cristo. Como
Masones, no todos los masones son hermanos nuestros.
Me
explicaré. En masonería, es muy común oír que todos los Masones somos Hermanos,
pero personalmente soy contrario a esta afirmación. El motivo de mi oposición,
radica en que no todos nos hemos comprometido en los mismos principios. Para
ser Hermanos hemos de habernos obligado en algo que nos sea común, tiene que
haber una comunión que nos una, algo que nos iguale y en qué fundamentar
nuestra Fraternidad. La Masonería Rectificada, tiene este algo al que me
refiero, la condición de cristianos de todos y cada uno de nosotros; éste es el
cemento que nos une, que nos amalgama, la condición de cristiano y todo lo que
lleva parejo, cuando esta condición de cristiano se vive en Verdad y no como
una formalidad aparente. Es ésta condición que tenemos en común, lo que da
sentido a la palabra Fraternidad. Si le quitamos esta condición, la
fraternidad, quedará hueca, quedará vacía de sentido y significado.
Entre
Masones, no puede ser de otra manera. Todo aquel que ha querido hacerse Masón,
ha adoptado esta decisión libremente, y en consecuencia, tengo derecho a
asegurarme en qué se ha comprometido para otorgarle, como dice el Venerable
Maestro al recibir al nuevo Aprendiz, el interesante título de Hermano, con
estas palabras: “Todos nosotros, desde
este momento, os daremos en nuestros corazones el interesante título de
Hermano, pero no olvidéis nunca en qué condiciones acabáis de adquirirlo” [6] La
adquisición del título de Hermano se efectúa con unas condiciones, es decir, de
una parte por un ejercicio de libre voluntad, por un ejercicio de ésta Libertad
responsable a que antes me refería, y en cuanto a las condiciones, una de ellas
es que se compromete a ser fiel “...a la
santa Religión cristiana” [7].
Luego, ¿cómo puedo sentir como Hermano a otro masón que no se haya comprometido
en los mismos principios que yo?
Por
todos es reconocido, que la Libertad, otorga unos derechos, pero también unas
obligaciones. En función de aquello en que nos hayamos comprometido, libremente
y por propia voluntad (tenemos aquí la definición de Libertad), hará que
seamos una Sociedad –o una Obediencia- en la que el común denominador -fruto de
nuestros compromisos- nos igualará (aquí va la definición de Igualdad), y en
virtud de aquello que nos iguala, hallaremos lo que nos une y nos hace Hermanos
(tenemos finalmente la Fraternidad). De modo que Libertad, Igualdad y
Fraternidad, están íntimamente relacionadas para nosotros, porque sólo desde
esta perspectiva, tienen verdaderamente sentido.
Si
queremos realmente que la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, sean
provechosas al hombre, no podemos dejar de contemplar a éste Hombre de manera
ontológica y en sus tres principios consubstanciales, que son: cuerpo, alma y
espíritu. Si le quitamos uno de ellos, si le quitamos el espíritu, habremos
quitado aquello que lo anima, y entonces la noción de Libertad, Igualdad y Fraternidad,
quedará inerte, hueca y sin sentido. Esa trilogía, que en realidad es una,
quedará desmadejada, y tendremos tres palabras vacías de sentido, que por mucho
que las repitamos serán siempre sin sentido.
Por
estos motivos no podemos, realmente sentir como Hermanos a aquellos masones que
no profesen los mismos principios que nosotros. Nuestra Regla Masónica, una vez
más, es sumamente clara al respecto: “No
olvides jamás que todo Masón, de cualquier comunión cristiana, país o condición
que sea, al presentarte su mano derecha, símbolo de la franqueza fraternal,
tiene derechos sagrados sobre tu asistencia y tu amistad...” [8].
Pero,
cuidado, tampoco quiero decir con ello que los tengamos que tratar como
apestados. Para ellos, la Caridad y el amor cristiano. De nuevo la Regla
Masónica es muy clara al respecto: “Sobre
todo imbúyete de este principio de caridad y amor, base de esta Santa Religión;
lamenta el error sin odiarlo ni perseguirlo, deja únicamente a Dios el acto de
juzgar, y conténtate con amar y tolerar...” y termina diciendo: ¡Masones! ¡Hijos de un mismo Dios!,¡
reunidos por una creencia común en nuestro Divino Salvador!, que este vínculo
de amor nos una estrechamente y haga desaparecer todo prejuicio contrario a
nuestra concordia fraternal.” [9].
Con
lo cual, y a modo de conclusión: LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD, ¡claro que
sí! La Masonería Rectificada no tiene ni puede tener nada en contra, pero
definamos los términos para saber si estamos hablando de la misma cosa, pues
vivimos en el mundo de la confusión y equivocarse es muy fácil. ¿Hemos de
repudiar a los otros masones que no profesen lo mismo que nosotros? En absoluto,
faltaríamos a la caridad cristiana si lo hiciéramos. Con ellos -utilizando una
de las palabras que tanto les gusta y tanto usan- con ellos, ejerzamos la
TOLERANCIA.
Pero
esa misma tolerancia y comprensión no quiere decir que mezclemos, como gusta
decir a nuestro Diputado Maestro General: “las churras con las merinas”;
nosotros, el Régimen Escocés Rectificado, tenemos unas palabras particulares de
reconocimiento, palabras que son cambiadas con regularidad por nuestros
Superiores. Os recuerdo lo previsto en nuestros Rituales cuando en las
asambleas, al formar la Cadena de Unión, hay Hermanos presentes no
pertenecientes al R.E.R. En este caso, hacemos circular primero las palabras
para cerciorarnos que todos somos iguales, que todos pertenecemos al
Régimen Escocés Rectificado, para luego invitar al resto a unirse a la Cadena
de Unión, para participar de plegaria que todos juntamos elevamos al G.A.D.U.
Este
era y es, mis Queridos Hermanos, el verdadero sentido de palabras tales como
LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD y TOLERANCIA, su verdadero sentido antes que el
hombre caído las pervirtiera, antes que el hombre privado de Dios y en el
olvido de su grandeza de origen las trastocara.
Ramón Martí Blanco
Gran Maestro y Gran Prior
GRAN PRIORATO
DE HISPANIA
Segovia, 17 de junio del 2007
[2] Tomado de “El Misterio de
Gizeh” Capít. Vº.
[3] Regla Masónica, Artículo
3º, IIº.
[4] Regla Masónica, Artículo
8º, Iº
[5] Regla Masónica, Artículo
4º, Iº
[6] Ritual Aprendiz, pág. 83.
[7] Ritual de Aprendiz.
Fórmula del Compromiso de los Aprendices, pág. 81
[8] Regla Masónica, Artículo
8º, Iº, Ritual de Aprendiz, pág. 131
[9] Regla Masónica, Artículo
1º, IIIº, Ritual de Aprendiz, pág. 126
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