“Hay diversas palabras que dentro de la Masonería
tienen un especial significado. Palabras como Tolerancia, Fraternidad, Trabajo,
Justicia, Clemencia etc., encierran en sí mismas y en cada una de ellas
conceptos que configuran el sentido de la Orden...”
Con este párrafo empezaba
una plancha mía dedicada a la TOLERANCIA, de fecha 16 de abril de 1987. Por
aquel entonces, yo era un joven Maestro Escocés de tres meses de antigüedad,
miembro de la Gran Logia de España, y aún habiendo sido iniciado en el R.E.R.,
lo había sido en unas condiciones y bajo unas enseñanzas, que distan una
eternidad de la enseñanza prodigada actualmente en la Masonería Rectificada el Gran Priorato de Hispania Entresacaré no obstante algunos párrafos de mi
trabajo de esa época, para hacer patentes, de una parte, la desviación en
cuanto a postulados en que se encuentra la Orden masónica desde hace bastantes
años, y por otra, lo que cabe pensar sobre la Tolerancia desde la óptica de la
Masonería Tradicional, y en concreto desde la Masonería Rectificada y
cristiana, así como mi propia evolución personal, a partir del estudio y
aplicación de las nociones expresadas en nuestros rituales de los distintos
grados y en nuestros textos doctrinales.
Decía
yo en mi plancha referida:
“...para que la fraternidad sea posible, es imprescindible la TOLERANCIA. Sin esa Tolerancia, sería imposible uno de los fines primordiales de la masonería: conseguir la fraternidad universal”
y continuaba diciendo:
“La práctica de la Tolerancia en una Institución como la nuestra –profundamente liberal y adogmática- es cuando menos delicada, puesto que una mala interpretación de esa práctica puede hacernos salir fácilmente de los márgenes y caer en la confusión y la irregularidad. Posiblemente por este motivo, la Orden sabiamente se basa en los “Antiguos Límites” o “Landmarks” para su funcionamiento. Los antiguos Límites, Usos y Costumbres, conjuntamente con la Constitución y Reglamentos Generales de la G.L.E., marcan los puntos de referencia que definen los márgenes de tolerancia para que el puente de la Institución no se rompa jamás.”
“...para que la fraternidad sea posible, es imprescindible la TOLERANCIA. Sin esa Tolerancia, sería imposible uno de los fines primordiales de la masonería: conseguir la fraternidad universal”
y continuaba diciendo:
“La práctica de la Tolerancia en una Institución como la nuestra –profundamente liberal y adogmática- es cuando menos delicada, puesto que una mala interpretación de esa práctica puede hacernos salir fácilmente de los márgenes y caer en la confusión y la irregularidad. Posiblemente por este motivo, la Orden sabiamente se basa en los “Antiguos Límites” o “Landmarks” para su funcionamiento. Los antiguos Límites, Usos y Costumbres, conjuntamente con la Constitución y Reglamentos Generales de la G.L.E., marcan los puntos de referencia que definen los márgenes de tolerancia para que el puente de la Institución no se rompa jamás.”
Resulta
sorprendente leerse a uno mismo después de veinte años, pero es lo que había.
Es lo que yo pensaba veinte años atrás.
Es
curioso ver en mi exposición como, buscando referentes para situar la noción de
Tolerancia que por aquel entonces yo creía justa, no encontraba otro referente
sobre el que apoyarme que los antiguos Límites o Landmarks y la Constitución y
Reglamentos de la G.L.E. Una alusión más para terminar: “Los antiguos Límites o Landmarks no admiten cambio. Precisamente en su
último punto termina diciendo: “Que estos Límites no pueden ser cambiados”.
Pero algo debería presentir yo en mi confusión, de que aquello no se aguantaba
y no iba por el camino que debería ir, a tenor de mi conclusión a todo ello: “Así pues, seamos tolerantes en la
construcción del Templo, pero cuidado en la colocación de las piedras, no vaya
a ser que unos márgenes demasiado tolerantes nos lleven a desafiar la ley de la
gravedad”
Esta plancha, es una
muestra del estado de confusión en que, como Masón, yo me encontraba por esa
época, y hace patente también el estado de confusión en que se encuentra gran
parte de la Masonería de todo género, tanto regular como irregular –es de
destacar, que esta plancha se hizo respirando los vientos que soplaban en la
Masonería Regular anglosajona- ahora, y desde el mismo siglo XVIII, época en
que tomó cuerpo la masonería conocida como especulativa y la reforma conocida
como Masonería Rectificada. Dicha plancha nos recuerda también –sobre todo a
aquellos sobre los que recae el gobierno de la Orden Rectificada- que hemos de
estar muy atentos, porque la tendencia del ser humano es de desviarse del
camino que debería seguir, para tomar cualquier derrotero extraño, pero que
cueste menos de subir.
Volviendo
al tema que nos ocupa, sin embargo, hay que constatar que a nivel mundano, en
nuestra sociedad, existe la idea que asocia ciertas palabras con la Institución
Masónica. Es lo que sucede con palabras como TOLERANCIA y la trilogía que unos
achacan a la Masonería y otros a la Revolución francesa, que reza: Libertad,
Igualdad, Fraternidad. La Mayoría de Aprendices que llegan a nuestras Logias,
lo hacen imbuidos de estos valores, esperando encontrar su desarrollo en
nuestra Orden, y además, acostumbran a ser temáticas que gustan tratar en sus
planchas, en detrimento de aquellas otras que deberían tratar, propias a su formación
y que figuran en nuestros Rituales Rectificados.
Pero
como podéis ver, nadie está libre de pecado, yo también, cuando mi etapa de
Aprendiz, Compañero y Maestro joven, pasé por la etapa de querer escribir sobre
los grandes temas que preocupan al hombre, aunque también podréis observar, que
aquel que quiere, tiene voluntad de ello y busca profundizar, acaba encontrando
en la doctrina Rectificada respuesta a estos valores, si bien en otra
perspectiva.
Si
buscamos la palabra TOLERANCIA en nuestros rituales Rectificados, tendremos
trabajo en encontrarla. A lo sumo, una alusión de pasada en la instrucción del
grado de Maestro Escocés de San Andrés. No la encontraremos tampoco si la
buscamos en nuestra Regla Masónica Rectificada y tampoco la hallaremos, si la
buscamos en la Biblia. Luego entonces, ¿qué sucede? ¿acaso podemos considerar
la Masonería Rectificada como intolerante?, ¿qué nos dice la Masonería
cristiana al respecto?
El
asunto es de suma importancia y tocante a la esencia misma de la masonería, a
la concepción que de la misma nos hagamos. Todos vosotros sabéis, que la
Masonería no se puede contemplar como un hecho monolítico. Hay que hablar
forzosamente de distintas masonerías, fruto del estado de confusión en que se
encuentra la condición humana, sin embargo, casi todas ellas se definen como
iniciáticas. Hay que preguntarse entonces, qué entienden por Iniciación. A
partir de aquí, podemos encontrarnos con definiciones y respuestas para todos
los gustos, tantas como opiniones distintas pueda tener el ser humano.
Para centrarnos u “orientarnos” como diríamos los
masones, tomaremos la definición que de la Iniciación se hace la Masonería
tradicional, que es donde se sitúa el Régimen Escocés Rectificado. Yo mismo, la
definía en una conferencia que impartí en un ciclo organizado por la Caixa de
Sabadell, del siguiente modo:
“La iniciación, como algunos autores han dicho, "es la
transmisión de una influencia espiritual". Es un segundo nacimiento, un
nacimiento a otra realidad "más elevada" en la jerarquía del
Conocimiento, entendiendo todo ello como la ciencia del Conocimiento de Dios.
La iniciación, es una operación por la que se pone en funcionamiento un proceso
de renovación y reconstrucción del ser interior del hombre, en particular a
nivel de un estado de lucidez de conciencia...”
“La
iniciación, hace entrar al "profano" en un dominio sagrado. Por ello,
todo lo que se dice y todo lo que se hace, debe, necesariamente, por una parte
obedecer a las reglas de la ciencia simbólica - ya que el simbolismo es el
lenguaje natural de lo sagrado - y por otra parte, desarrollarse bajo las
formas inmutables de un ritual - ya que la acción sagrada es también por
naturaleza ritual...”
Creo que
queda de este modo bien definido el objeto de la Iniciación, y del género de
“trabajo” al que los Masones Rectificados nos dedicamos en nuestras asambleas,
la Iniciación nos lleva a tratar asuntos tocantes a lo sagrado. Véase la
distancia que empezamos a tomar aquí respecto de cualquier otra concepción de
iniciación.
“¿Qué es la
francmasonería¿” dicen
nuestros rituales; respuesta: “Es una
escuela de virtud y sabiduría, que conduce al Templo de la Verdad, bajo el velo
de los símbolos, a los que la aman y la desean.”[1] El objeto de la Iniciación
Rectificada es la búsqueda de la Verdad, de la Verdad absoluta que no puede ser
otra que Dios. El reencuentro con uno mismo, para hallar esa chispa divina
escondida en nosotros, y que de nosotros dependerá, que sepamos avivarla para
convertirla en una llama, y de una llama a un fuego que consuma nuestro corazón
para ofrecerlo simbólicamente en homenaje al Creador de todas las cosas. Este
es el único fin de la Iniciación Rectificada y de cualquier Iniciación
tradicional sea masónica o no.
En este
proceso de pulir la piedra, solo podemos aspirar a la perfección. Aquí el
“artista” no puede modelar a su capricho, sino que tiene que ajustarse al
modelo. En este trabajo de pulir la piedra, los márgenes de tolerancia son muy
estrictos. No podemos pasarnos ni quedarnos cortos. De lo contrario, nuestra
piedra no encajará en este Templo que los Masones elevamos a la Virtud. En el
nivel que nos situamos, y en función del objetivo que nos ocupa, no puede haber
tolerancia.
“La verdadera Masonería es
la Ciencia del Hombre por excelencia, es decir, el conocimiento de su
origen y su destino”
decía Joseph de Maîstre[2],
el hombre contemplado ontológicamente, que para el cristiano es contemplarlo en
cuerpo, alma y espíritu. Esto es lo que nos ocupa. Ahora bien, si hacemos como
el resto de masonerías, que a sabiendas o no, han desplazado al Gran Arquitecto
del Universo de sus trabajos, aunque lo continúen teniendo en su frontispicio
–lo continúan teniendo pero han perdido conciencia de lo que representa-,
luego, de alguna manera han dejado de contemplar al hombre desde un punto de
vista ontológico para verlo solamente en sus aspectos contingentes, entonces
sí, son precisas grandes dosis de tolerancia y mucha paciencia para tratar con
él.
Pero cuidado, estaremos
entonces ante una masonería que se ocupa solamente de los aspectos contingentes
del hombre, de aquellos aspectos que
sujetan al hombre a su naturaleza animal, que ignoran que el ser humano está
dotado de inteligencia, y esa inteligencia le permite obrar en un sentido o en
otro; estaremos ante una masonería, que a sabiendas o no, niega al hombre su
trascendencia e ignora el origen divino del hombre, origen, oscurecido y
eclipsado si se quiere a causa de la caída, pero que a pesar de todo continúa
conservando una débil llama bajo montones de escombros.
Esa
masonería, esta inmersa en la confusión y jamas podrá llevar la Luz sobre las
Tinieblas, ni el orden al caos, porque ella misma es un caos. Ha perdido la
noción de su nobleza de origen. No se puede definir la orden como una sociedad
iniciática para decir a continuación que ésta es adogmática, liberal y
tolerante respecto de todas las opiniones, porque precisamente es esta misma
laxitud que les lleva a aplicar una tolerancia sin límites, donde se encierra
el desorden de nuestro mundo. También es cierto, que esa manera de entender la
masonería que no es tan ajena, vive ocupada en otros fines que no los nuestros
y presenta el continuo espectáculo de escisiones y divisiones, que parece no
tener fin y distorsiona la imagen de la Orden Masónica proyectada en la sociedad
profana.
Cabe
entonces preguntarse, ¿la Orden Rectificada es intolerante?, la respuesta es
clara: en absoluto, solo que, en la tradición cristiana, lo que el mundo
entiende por Tolerancia para nosotros es Caridad, y la Caridad es sinónimo de
Amor. “Un nuevo mandamiento os doy: que
os améis unos a otros...”
[3]
nos dice Jesucristo, sólo el amor al prójimo nos hará disculpar las faltas que
nos haya podido hacer, verdaderas o imaginarias, sólo el Amor. ¿Cómo no ser
caritativos con nuestros Hermanos? Dios lo fue con el hombre, y a pesar de la
deslealtad del hombre fue clemente con él.
Esto nos es recordado en el
grado de Aprendiz, cuando el Segundo Vigilante quita completamente la venda, y
le muestra al nuevo Aprendiz, la palabra JUSTICIA, y las palabras del V·.M.·.: “Las leyes de la Justicia son eternas e inmutables. Aquel que
asustándose por los sacrificios que ella exige, rechaza someterse a ella, es un
cobarde que se deshonra y se pierde. No vaciléis pues nunca, Hermano mío, y sed
justo hacia todos los hombres, sin tener en cuenta vuestras pasiones, ni
vuestros intereses personales...” pero
más delante se le muestra al Aprendiz, la palabra CLEMENCIA, y el V.·.M.·.
continua diciéndole: “La Clemencia modera los rigores de la Justicia a
favor de los que se someten generosamente a sus leyes. Usad pues la moderación
con los otros hombres, cuando los encontréis culpables”. Y poniendo al nuevo Aprendiz a prueba, el Segundo Vigilante le dice: “Hermano
mío, si vierais en esta Logia a uno de vuestros enemigos, ¿estaríais
dispuesto a perdonarle? [4]. Sólo después de haberse asegurado de su capacidad de perdonar, de
haberse asegurado de la capacidad de ejercer la Caridad, incluso respecto de
sus enemigos –cosa que solo exige el cristianismo- el Primer Vigilante confirma
al Venerable Maestro, que el Aprendiz ha pasado con éxito las pruebas de la
Justicia y la Clemencia.
Nuestra
Regla Masónica, en su Artículo Sexto, Iº, nos insiste en la Caridad hacia los
demás: “Ama a tu prójimo como a ti mismo,
y no le hagas jamás aquello que no quieras que te hagan” y más adelante nos lo dice más
explícitamente: “Perdona a tu enemigo; no
te vengues de él más que por tus buenas obras... Acuérdate siempre que éste es
el triunfo más bello que la razón pueda obtener sobre el instinto, y que el
Masón olvida las injurias, pero jamás las buenas obras” [5].
Sin dejar la Regla Masónica, en su Artículo Octavo, Parte IIª, nos indica cómo
debemos actuar, como debemos dar sentido a nuestra Caridad, de qué manera ser
“tolerantes” respecto a aquellos que creamos equivocados: “Si esta en el error y se extravía, vé a él con las
luces del sentimiento, de la razón y la persuasión; conduce a la virtud a los
seres que titubean, y levanta a los que están caídos” .
He ahí
el modo en que debemos ser tolerantes y ejercer la tolerancia respecto a
nuestros semejantes, respecto a nuestros Hermanos, poniendo en práctica la
Caridad, el Amor. Nosotros tenemos un contexto propio, marcado por la Religión,
que delimita, pero también enseña y nutre, el ejercicio de la Caridad. Si
dejamos la Religión de lado, ¿cómo podremos ejercer la tolerancia? ¿quién va a
poner coto a la misma? ¿la razón humana?. La razón humana es relativa, y no
habrá ningún límite a la tolerancia que la satisfaga, y la tolerancia sin
límites, no nos acerca sino al abismo.
Con
esto, creo que queda claro, lo que debemos entender por tolerancia, desde que
perspectiva debemos contemplarla de manera coherente a la luz de las enseñanzas
de la Masonería Rectificada y lo que debemos pensar cuando oigamos martillear
en nuestros oídos la palabra TOLERANCIA.
Ramón Martí Blanco
Gran Maestro y Gran Prior ........ (Actualmente Gran Maestro emerito del Gran Priorato de Hispania ).
Segovia, 17 de junio del
2007
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