El trabajo que hoy dejamos en el blog es muy extenso y denso, por lo que me permito dejarlo en PDF para poder imprimirlo y leerlo más pausadamente si el papel es más cómodo.
LA INICIACIÓN Y CRISTO
APRECIACIONES SOBRE LA INICIACIÓN CRISTIANA, LA
INICIACIÓN MASÓNICA & LA INICIACIÓN MASÓNICO CRISTIANA
P
R Ó L
O G O
Este estudio es una historia que se
extiende a lo largo de diez años.
De las dos principales planchas que lo
constituyen, la segunda fue la primera, quiero decir con ello la más antigua.
Para aquel que tenga cualquier tipo de interés por el fenómeno de la
iniciación, se abre ante él un inmenso campo; un vasto bazar, oscuro y
laberíntico como los zocos de Estambul, donde no faltan guías dedicados a
perdernos obligatoriamente en torno a los más dotados charlatanes. Éstos nos
embaucan con gracia, de tal manera que no nos queda otro remedio que
agradecérselo. ¿La iniciación? Es una leve dificultad por la que, “desde que
hay iniciados y piensan” se ofrece a todos, pero se rechaza a muchos... Es de
todo, el motivo por el que se han proferido las mayores burradas – señal que
los asnos habían franqueado la leve dificultad... Fiesta de los locos...
Para aquel que, poco satisfecho por tales
francachelas, se mantiene al margen y se aplica en leer de cerca, con cuidado
meticuloso, los textos o pasajes de los textos que en gran número Jean-Baptiste
Willermoz ha dedicado a estudiar en todas sus dimensiones, en todos sus
contornos, éste fenómeno de la iniciación, del que resulta de buen tono hablar
con misterio sin desvelar nada de su naturaleza, ni de sus formas, ni sus
“avatares” sucesivos, ni de sus modos de transmisión a través de los tiempos;
he aquí que a la conciencia del estudioso lector, y digo yo, felizmente, se le
aparece un panorama claro, simple, luminoso, sensible de manera inmediata a la
razón, que da cuenta exacta del fenómeno en toda amplitud de desarrollos
diacrónicos y sincrónicos, de sus consecuencias benéficas o nefastas. Nada de
retórica, si no simple y llanamente una larga serie de hechos, constataciones,
anunciadas de manera llana e inteligible.
Es como si Jean-Baptiste Willermoz
hubiera dibujado aquí lo que muy bien podríamos llamar una historia hereditaria de la iniciación, con sus orígenes (sus
ancestros), y luego toda su continuación, o continuaciones, de sus
descendientes, legítimos o ilegítimos, unos habiéndose formado bien y otros muy
mal. En definitiva, para hacer parlante esta historia, era absolutamente
necesario plantear un árbol genealógico. Es lo que he hecho.
El compendio de textos willermozianos
trazando esta historia, lo he titulado: GENEALOGÍA DE LA INICIACIÓN. No he escogido este título de manera gratuita si
no con ánimo de una cierta provocación: está calcado sobre el de la famosa obra
de Nietzche “Genealogía de la moral”; pero aquellos que conozcan este panfleto
podrán constatar que mi visión –gracias a Willermoz- se inscribe exactamente en
las antípodas del profeta de la muerte de Dios. Y esta desviación no me
disgusta, antes al contrario, me complace.
Sin embargo, una genealogía que no se
inscriba en marcos históricos y no entre en estrecha relación con todos los
acontecimientos que tejen la trama de la existencia humana, es una genealogía
ficticia, novelada, y ésta no lo es en absoluto. Ahora bien los marcos
congruentes estaban todos encontrados: los de la historia tradicionalmente
reconocida como Historia Santa, historia que se interesa en primer
lugar por la naturaleza humana y el destino del hombre, los cuales forman
precisamente el material sobre el que la iniciación actúa.
Esta Historia Santa, distribuida en
siete “edades del mundo”, ha encontrado en Francia su exposición más ilustre,
aceptada unánimemente, en la obra capital que es la Biblia dicha de Sacy, o
Biblia de Port-Royal; la Biblia francesa por excelencia durante un siglo y
medio, hasta el progreso del ultramontanismo, a mediados del siglo XIX, que la
hicieron suplantar por la traducción de la Vulgata, efectuada por el abad Le
Hire, traducción autorizada por la Santa Sede y difundida por el editor
pontificio Mame. Es de aquella primera Biblia, de la que Willermoz, tomó
prestadas numerosas de sus alusiones. Parece pues legítimo inscribir en este
marco los distintos desarrollos sobre el asunto que nos ocupa.
Y como una imagen vale más que mil
palabras, mis auditores del día de hoy, y posteriores lectores, tendrán las
dos: los desarrollos en cuestión, precisos y detallados, y cuatro esquemas o
diagramas para ilustrar y reforzar su fuerza demostrativa.
Tal que así, esta conferencia, efectuada
el 31 de enero de 1998, vivió su vida... hasta... hasta la invitación que me
dirigió el Gran Maestro del Gran Priorato de Hispania, para venir a tratar, en
el curso de un seminario que se reunía en Manresa (Barcelona), en Catalunya,
sobre estas cuestiones siempre pendientes –para algunos todavía, aunque desde
hace largo tiempo han recibido respuesta- de la Iniciación cristiana, la
Iniciación masónica y la Iniciación masónico cristiana. Dar caza a la miasma
del pensamiento es un deporte que siempre me ha gustado. Y acepté pues,
viniéndome la idea de retomar mi antiguo estudio, poniéndolo al día y
transformándolo en un díptico de dos planchas, de las que la primera sería
enteramente inédita. A esta primera parte le doy el título de “Variaciones
sobre la Iniciación”. Hay ahí también una alusión oculta, a la célebre y
controvertida obra de Bossuet “Histoire
des variations des Eglises protestantes”.
Qui habet aures audiendi, audita! (Mt 11, 15).
Y para terminar con las alusiones un
tanto socarronas, habréis podido observar que bajo el subtítulo general de este
trabajo se presenta como “Apreciaciones sobre la Iniciación...” título
conocido, pero que en el mío, el término es seguido por cuatro determinativos. Un
guiño a Guénon (puesto que él es de quien se trata).
Este es el díptico que presento en
Manresa el 18 de mayo del 2008. Manresa, lugar destacado de la Compañía de
Jesús, donde san Ignacio de Loyola vivió en la plegaria, la ascesis y la
contemplación, y donde escribió sus “Ejercicios espirituales”. No me resistiré
pues a señalar, en mi exordio, que los jesuitas, cuya divisa es “Ad Majorem Dei
Gloriam”, y los masones, que trabajan “A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo”,
tienen en común una referencia en absoluto mediocre: la Gloria de Dios.
I
N T R
O D U
C C I
Ó N
El
asunto escogido para tratar hoy ante vosotros es un asunto complejo, pero lo es
más en apariencia que en realidad. Es complejo, porque lo complicamos. Y lo
complicamos por que no tomamos la cuerda por el cabo que debe tomarse.
Utilizando un esquema querido por los esoteristas competentes –para aquellos
que se pican, yo les digo doctores en
ciencias esotéricas- esta cuestión es un laberinto: una vez se ha entrado, es imposible volver a la entrada,
e imposible llegar a la salida, a menos de tener el hilo de Ariadna.
Mi
propósito es pues, en primer lugar describiros este laberinto, y a continuación
poner a vuestra disposición este hilo de Ariadna que os guiará a lugar seguro.
P
R I M
E R A
P A R
T E
VARIACIONES SOBRE LA INICIACIÓN
Para
empezar nuestro recorrido, citaré cuatro textos emanados de cuatro autores
masónicos. Hubiera podido proponeros una antología mejor provista, pero hubiera
sido inútilmente fastidioso, pues estos cuatro me parecen suficientemente
representativos para ilustrar mis palabras.
1. El primero de estos textos es un pasaje de la “Instrucción integral para la recepción de los Hermanos Caballeros en
la Orden Bienhechora de los Caballeros Masones de la Ciudad Santa”. Esta
instrucción es debida a la pluma de Jean de Turkheim, con o sin colaboración de
Jean-Baptiste Willermoz; yo diría más bien; con, pues las relaciones de
Willermoz con Turkheim eran relaciones de maestro a discípulo, y no me imagino
a Willermoz desinteresándose totalmente de una exposición doctrinal tan
substancial como ésta.
He
aquí pues el pasaje:
“Desgraciados
son aquellos que ignoran que el conocimiento perfecto nos fue aportado por la Ley Espiritual del Cristianismo,
que fue una Iniciación tan misteriosa como aquella que la había precedido: es
en ella donde se encuentra la Ciencia universal. Esta Ley descubre nuevos misterios en el hombre y en la
naturaleza, ella se convierte en complemento de la ciencia.” (resulta claro, por el
contexto, que “complemento de la Ciencia” significa aquí “cumplimiento de la
Ciencia). “Es la más sublime, la más
elevada, la más perfecta de todas las ciencias, en definitiva la única a desear para un verdadero
Caballero de la fe.” [1]
La noción de iniciación cristiana, así pues, es aquí introducida. Y esta
iniciación es “misteriosa”, es decir, en lenguaje clásico, no tanto una
iniciación secreta, escondida, si no más bien una iniciación a los misterios – término que figura en nuestros
extractos.
Un poco más adelante, en el mismo
texto, se dice:
“No
penséis que el signo característico de la religión cristiana (el orador señala su
cruz pectoral) os viene dado como una
vana y arbitraria decoración. Este signo es la llave de toda ciencia.” [2]
Se encuentran así unidos la
iniciación y la religión, los misterios y la cruz. Volveremos un poco más tarde
sobre todo esto.
2. Pasemos ahora a otros extractos, de inspiración y factura
absolutamente distintos, como vamos a ver. Estos, los hemos tomado prestados de
una obra, L’Initiation Maçonnique,
publicada por un autor bastante conocido, Patrick Négrier, filósofo de
formación y escritor pasablemente prolijo en materia de esoterismo (se alinea
entre el número de estos esoteristas competentes y declarados de los que
hablaba al principio).
En el capítulo primero, titulado
“¿Qué es una iniciación?, en el subcapítulo 8 (de título absolutamente
explícito: “La Iniciación desvela el sentido verdadero de las sagradas
Escrituras, que es simbólico”), destaco el pasaje siguiente:
“Podemos
decir que, según Platón, los Misterios tienen por objeto, para aquellos pocos
que son capaces de ello, salvaguardar la comprensión verdadera de las sagradas Escrituras gracias a la ciencia de los
símbolos.
“Es
exactamente ésta la definición de la razón de ser y el objetivo de las
diferentes Iniciaciones que hayan existido o existan todavía en el mundo:
permitir a aquellos pocos, que son los únicos capaces, de comprender verdaderamente los discursos sobre los dioses (= sagradas
Escrituras) gracias a la ciencia de los
símbolos (...) Las Iniciaciones tienen pues un objetivo hermenéutico:
interpretar exactamente las sagradas Escrituras evitando los falsos sentidos
gracias a la ciencia de los símbolos. Esta tarea es la de cada Iniciación
entroncada en una Tradición escrita, y cuya vocación consiste precisamente en desarrollar
la exégesis simbólica (además de la de otras
tradiciones) de la Tradición particular
en la que se enraíza.”[3]
Más adelante, en el doceavo y
último subcapítulo del mismo capítulo (titulado: “El fundamento metafísico de
las Iniciaciones tradicionales”), podemos leer:
“Lo
propio de una Iniciación tradicional es el recibir y transmitir Misterios. La
Francmasonería, que es una forma de Iniciación tradicional, recibe y transmite
Misterios (...) Siendo una de las depositarias de los Misterios, la
Francmasonería posee, en su acepción más alta, lo que podemos llamar la
Mística. Esta mística o ciencia de los
Misterios no es pues lo propio de las religiones, si no el bien de las
Iniciaciones tradicionales. Sin embargo, ¿qué es lo que diferencia la mística
comportada en los medios iniciáticos, de la mística propia a las religiones? (...)
Las Iniciaciones comportan un conocimiento de tipo metafísico, y es el fundamento metafísico de las Iniciaciones lo que
permite diferenciar éstas últimas de las religiones, cuyo propósito resulta exclusivamente
teológico” – ¡fijaos en el “exclusivamente”!
Conclusión: “Así pues la mística de las
religiones tiene solamente un
alcance teológico, y se diferencia en esto de la mística de las Iniciaciones,
que tienen esencialmente un alcance metafísico.” [4]
Habréis evidentemente reconocido la
tipología retocada por Guénon, aunque podamos dudar que este doctrinario haya
reconocido la palabra “mística” aplicada a la Iniciación, con el desprecio que
tenía por la cosa.
Hay dos constataciones a efectuar.
La primera es que no hay aquí ninguna demostración, ningún desarrollo, ninguna
progresión del pensamiento, sino más bien el martilleo, la repetición casi
encantatoria de un postulado proferido ex
cátedra. Rasgo común a todos los autores de esta escuela de pensamiento...
Es chocante, además, la pretensión
proclamada y reivindicada por la Iniciación –considerada como una realidad en
sí misma, de la que la Iniciación masónica sería una declinación particular- la
pretensión, digo, de ser el parangón de la Verdad: únicamente ella detenta el
conocimiento auténtico y pleno de la Verdad, y únicamente ella detenta los
criterios de la Verdad. Es pues en relación a la verdad iniciática, a la vez
única y universal –incluso particularizada en la Francmasonería, conserva éste
doble carácter de unicidad y universalidad- que puede ser apreciado, y por así
decirlo mesurado, el grado de autenticidad y veracidad de las verdades,
múltiples, de las religiones.
No
vale la pena decir que tal opinión pretenciosa –hablo de “pretensión”, pues
ésta resulta manifiesta- y arrogante, salida en línea directa de la nefasta
doctrina de Guénon, es totalmente inadmisible para todo adepto de una religión
revelada, sea cual sea, y en primer lugar del cristianismo, del que estamos
tratando aquí, si se és mínimamente consecuente consigo mismo.
Si
la iniciación en general, y la iniciación masónica en particular, es
verdaderamente lo que acaba de ser anunciado, entonces, el conjunto de obispos
alemanes y con ellos el cardenal Ratzinger, habrán tenido razón en denunciar su
carácter perverso[5], y todo cristiano debe
apartarse con repulsión de tal empresa “babélica”. Volveremos un poco más tarde
sobre el particular. Por el momento, pasemos.
El
tercer autor que he convocado es Alain Bauer, que todos conoceréis, al menos de
nombre. Un hombre de una inteligencia excepcional, de los más destacados que he
conocido. En su momento fue Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, y es
gracias a él que se entablaron relaciones entre su obediencia y el Gran Priorato
de las Galias; pero ésta es otra historia.
Deseo
citar algunos pasajes de una entrevista que dio en calidad de su cargo a la
revista de ésta obediencia, La Chaîne
d’Union, en un número (el nº 17, verano 2001)[6]
dedicado por lo esencial a la iniciación bajo el título general de: «La iniciación es
un recomenzar».
(Entre
paréntesis, destaco en el mismo número un estudio de Pierrick L’Hyver,
titulado: “Para terminar con el esoterismo” y en el que leo lo siguiente:
«Tan pronto sea afirmada su autonomía, el esoterismo va
a ser víctima de un alejamiento y de una desviación de sus ambiciones a favor
de una problematización propiamente ideológica del concepto de Tradición (¡con un T mayúscula!), participando de una reacción al imperialismo de la filosofía de la
historia entre las ciencias humanas (...)
«Esta concepción del esoterismo como forma de expresión
de la Tradición concurre a erigirla en mística
intelectual” –haciéndose eco
sorprendente de las tesis de Négrier, a quien probablemente haya leído- “que distinguiría los principios que solo
serían accesibles de acuerdo a una hermenéutica de los mitos fundadores a
través de la elucidación de los símbolos por los cuales se dá, y las “ciencias
relativas”, tales como el Arte Real, que le son derivadas. »[7]
A
lo que el autor aplica la objeción formulada por mi excelente amigo, Antoine
Faivre, titular en esa época de la cátedra de historia de esoterismo cristiano
en la Ecole Pratique des Hautes Etudes (cátedra fundada por y para él)[8] y que
puede enunciarse así: el mito original y fundador que es la fuente de toda
iniciación no es realidad primero si no segundo –y volveremos sobre ello más
tarde. Si ponemos pues este mito primero, en lugar de segundo, «le hacemos perder, escribe Antoine Faivre, su
especificidad, cambiándolo de plano y haciendo de él teología, o degradándolo
en ideología».
Esta
objeción siendo nacida de una aprensión inteligente de los fenómenos
antropológicos y socio religiosos estudiados por lo que llamamos ciencias
humanas, me ha parecido adecuado adjuntar a mis propias objeciones, las cuales
se sitúan, como habéis visto, absolutamente en otro plano, el cual es, no ya el
de la teología dogmática –el pensamiento sería una apreciación de cortas miras-
sino más bien el de la Revelación. En este ámbito como en algunos otros, me
sitúo sub especie Revelationis.
Pero
cerremos el paréntesis, y volvamos a Alain Bauer).
En
su entrevista, que lleva este poético título: «
Para hacer reflorecer la acacia »[9], destaco varias declaraciones con las que, incluso si
no estáis de acuerdo, o no del todo, os invito a prestarles la mayor atención,
a fin de poder apreciar su sutileza, los matices.
«La iniciación procede hoy en día más de la liberación
que de la revelación. La francmasonería tiene por objeto emancipar las
conciencias, no la de asegurar la salvación de las almas. » Sea.
«...Nuestra francmasonería se ha convertido en un medio
con vistas a la construcción de un ciudadano, siendo éste algo más que un
individuo con reivindicaciones. Él es otra cosa que ignora y a la que aspira,
pero es necesario un choque para producir el cambio. La iniciación se ha
convertido en un instrumento para cambiarse a uno mismo con vistas a ayudar a
los demás, es decir un espacio en el que
uno se pone en duda. La iniciación,
es la prueba de la duda. Ésta debe permitir asumir esta dinámica incierta que
es la libertad. Si bien hay una iniciación en francmasonería, es posible que no
haya iniciados. » [10]
Todo
esto es muy interesante. La continuación no lo es menos:
«Hay una búsqueda natural de otra cosa en el individuo. Éste nunca ha creído estar solo sobre
la tierra, libre para decidir por sí mismo. Hay que pasar por la búsqueda de lo sagrado. De una cierta forma de revelación. Lo que algunos llaman la gracia.»
Sorprendente.
¿no es así? Pero continuad escuchando:
«Pero antaño la gracia, era cuando uno encontraba a
Dios. Aquí la gracia, es cuando uno se encuentra a sí mismo sin
obligatoriamente encontrar a Dios – pero,
puede estar en el recorrido. El hombre tiene la libertad de escoger: no
creer en Dios. Pero, para esto, debe
aceptar la idea que pudiera existir. » [11]
Para
ser el Gran Maestro de una obediencia “no dogmática” –sinónimo de atea-, todo
esto es un tanto atrevido. Pero, Alain Bauer prosigue diciendo:
«Rechazo la idea
del hombre-dios. El humanismo no
consiste en crear un nuevo dios que sería uno mismo. Esto sería recrear
otra teocracia, así pues otros integrismos, otros extremismos, que serían lo
contrario a nuestro ideal.
«Yo pienso que hay
una forma de revelación individual
sobre lo que uno es o lo que uno busca, que permite no buscar necesariamente la
revelación sobrenatural. La iniciación, es aceptar ver lo que todo individuo
decide habitualmente ignorar para su propio equilibrio. Nosotros le proponemos la duda, que es peligrosa y desequilibra.
Pero es también una elección de vida, la elección de una búsqueda sorprendente.
«La iniciación, es
una liberación de las preguntas a uno
mismo. No hay respuestas a medida. Solamente hay la ponderación
correspondiente a la manera que uno ha decidido tratar su propio caso.
«Esto se inscribe
en la duración y solo se cumple con la ayuda de la Logia, es decir con la ayuda
de los otros. La historia no está terminada, no hay juicio final, solamente un
capítulo que escribe uno mismo.»[12]
Y más
adelante, por último:
«La iniciación es
un cóctel complejo de trascendencia e
inmanencia, de maestría de su propia vida y de búsqueda de un espacio más
grande que uno mismo. Son necesarios muchos recursos e introspección, de
trabajo sobre sí mismo, para mesurar el beneficio – sin caer en el integrismo
que pretende que todo esté consigo.»[13]
Claramente,
yo no puedo darme por satisfecho por tal concepción de conjunto, que me parece
muy insuficiente, aunque no obstante me pueda adherir a numerosas
consideraciones de detalle del autor. ¡Lo que hace encontrarse con un pensador
inteligente! Incluso si uno está en desacuerdo, el diálogo es posible. Con los
doctrinarios no cabe la posibilidad.
Una
observación antes de continuar. Esta concepción de la iniciación, podríamos
calificarla con razón de «escéptica», en sentido filosófico. ¡Es el pirronismo
aplicado a la iniciación! Tal actitud se opone frontalmente a dos tipos de
dogmatismo: al dogmatismo doctrinario de los metafísicos guenólatras o
asimilados; y por otro lado, al dogmatismo anti-dogmático de la gran masa de
afiliados del Gran Oriente de Francia. No es muy sorprendente, que algunos años
más tarde, Alain Bauer, se haya marchado dando un sonoro portazo del GODF,
denunciando alto y claro el reino de la necedad!...
4. Llegados
aquí, me dirigiré a un cuarto y último autor masónico: mi muy querido padre,
hermano y amigo el llorado Robert Amadou. Este último, entre muchas y muchas
obras todas ellas excepcionales, ha escrito un pequeño libro que me gustaría
ver entre manos de todos los masones, pero que, desgraciadamente, es difícilmente
accesible, pues fue publicado hace más de veinte años por un editor
confidencial. Esta obra se titula La
Tradition maçonnique[14]. Es un
manual precioso, y va más lejos que muchos tratados. Me gustaría poder hacer
con él lo que he hecho hace poco con el estudio capital e indispensable de
Robert Amadou sobre La Iglesia y el
Templo, al que he dado una nueva audiencia reeditándolo en el Cahier vert
nº 2 [15].
La
obra es antigua, pero ha envejecido a la manera de un buen vino. Me limitaré a
citarla y comentarla. Quiero trazaros su arquitectura, lo que hago en anexo; y
veréis que todas las cabeceras de capítulo y sección balizan un itinerario al
país de la tradición – de la verdadera tradición. Y, si se me permite la
confesión, se respira un aire vigorizante, en lugar de miasmas deletéreas.
Para
daros un ejemplo de estos soplos de aire puro, he aquí un pasaje extraído de la
sección I del capítulo 2, sección titulada: «Esta religión en la que todos los
hombres acuerdan». Como habréis comprendido, esta dedicada al análisis de la
noción de «universalismo» masónico; y ahí como en otra parte, las ideas
recibidas, las ideas estereotipadas –que no son otra cosa que falsificaciones
de ideas- sufren un mal rato.
Pongo
en marcha en análisis de Robert Amadou sobre el universalismo, y su corolario
la tolerancia. Escuchad atentamente:
«Tolerancia de
fuente sobrenatural, pues, porque la
religión en la que todos los hombres consienten no es una religión natural. Ciertamente, ésta implica eminentemente
la naturaleza. Pero, si entendemos por religión natural la religión del hombre dejado, por hipótesis, a sí mismo, sin socorro particular de
Dios, parecida religión no existe porque
parecido hombre no existe: es la
humanidad entera que tiene el privilegio de la tradición original y del
profetismo, y la luz natural misma viene de Dios. Igualmente, la ley natural,
que podríamos estar tentados a identificar con una ley moral arbitrariamente
aislada de las otras exigencias relativas a Dios y la religión, y anterior, al
menos lógicamente, a las leyes positivas instituidas por Dios y promulgadas en
revelaciones particulares, dicha ley natural consiste, teológicamente, en una
participación de la ley eterna, que está en Dios, y por consecuencia, idéntica
a Dios [16],
en la naturaleza razonable del hombre, siendo
ésta participación principio de acción para el hombre. Pues la naturaleza humana es creada a imagen de Dios. »[17]
Con
algunas frases, todo ha sido puesto a plomo de nuevo; el sabio arquitecto ha
puesto los cimientos sobre los que construir un firme edificio - «pues nadie,
en efecto, puede echar otro cimiento fuera del puesto, que Jesucristo»[18]. ¿Pensáis
quizá que extrapolo? Anticipo solamente, como veréis dentro de poco.
Con
algunas frases, también, se encuentra en ruinas el edificio babélico de los
sectarios esoterizantes. Ha sido echado abajo por dos medios poderosos: la
afirmación que la tradición original es el
privilegio de la humanidad entera, y no de una elite grupuscular; y la
proclamación de la primacía de la
teología por lo que es, singularmente, el conocimiento exacto de la
naturaleza, humana entre otras. Puntos que nos serán precisados a continuación.
Para
delimitar más de cerca la cuestión de la francmasonería, he aquí la definición
que de ella ofrece, Robert Amadou, (en el segundo apartado: «¿Qué es la
francmasonería? » de los Preliminares de la IIIª parte):
«La francmasonería
es una cofradía iniciática cuyos orígenes históricos, los límites inamovibles y
el simbolismo metódico se tienen en la tradición medieval de oficios de la
construcción y la constituyen en orden de sociedad, en nombre y a la gloria del
Gran Arquitecto del Universo que es Dios y que
revela su voluntad en la letra de las Santas Escrituras, en la naturaleza y en
el corazón del hombre. »[19]
Un
poco más adelante (en el apartado siguiente: «¿Cómo convertirse en francmasón? »),
leemos:
«El G.A.D.U (...)
es el nombre simbólico de Dios, que declara a la vez su existencia y su lugar
en la francmasonería. (...) El G.A.D.U. es el símbolo de un ser, de una
persona, de un valor. Este triple simbolismo responde a la triple exigencia de
la francmasonería: tradicionalista, iniciática y existencialista.
«El discurso de la
francmasonería sobre Dios (...) es (...), en síntesis, un discurso de vida correspondiente al Dios viviente que un símbolo
–el del G.A.D.U.- designa lo mejor posible. »[20]
«Dios
viviente»: he aquí una noción que solo puede suscitar sarcasmo y desprecio en
los guenonianos, y, más generalmente, en los metafísicos (hablo por
experiencia); ellos, para quienes la existencia, la vida, no son más que degradaciones
del ser – toda la tradición judía y cristiana se inscribe en su contra.
Y por
último, siempre en la misma obra (en la IIIª parte, sección II: «Iniciación, el
Gran Arquitecto... una persona»), esto, que es de importancia capital, no
solamente para la continuación de mi exposición, sino sobre todo para la
comprensión misma del fenómeno iniciático:
«El simbolismo
masónico siendo de género judeocristiano, resulta normal que el simbolismo del
Gran Arquitecto, en primer lugar, sea ejemplificado por privilegio en la segunda persona de la Trinidad cristiana [21]: Jesucristo,
el mediador, vía, verdad y vida. El Gran Arquitecto es aquel que ha sido
elevado al pináculo del Templo [22] (Ms
Sloane, c. 1710; Prichard, 1730)» - yo añadiré por mi parte a estas referencias
«Ms.Dumfries nº 4, c. 1710»[23]. «El triángulo equilátero –el Delta-
manifiesta la presencia eminente en la Logia»
« (...) Si está
permitido a los no cristianos conservar solamente del simbolismo trinitario, el
simbolismo sin el dogma, el francmasón no olvidará jamás, que la segunda persona de la Santa Trinidad, está
en aspecto de Dios, el Gran Arquitecto es Dios. »[24]
Y, más
adelante:
«El Gran Arquitecto es el Logos. En el sentido vetero-testamentario, en
nada caduco: comienzo, sabiduría; san Pablo identifica este Bereshit con Cristo a favor de los Colosenses[25], y de todos; el Gran arquitecto es pues,
según el espíritu cristiano, la palabra
proveniente de la cruz, palabra de vida eterna y de redención, el Logos joánico.
»[26]
Palabras
que no dejan lugar a equívoco, y de un inmenso alcance para la cuestión que nos
ocupa. Estamos ahí, como podéis comprobar, en las antípodas, a la vez, de las
certezas «negrieras» y de las dudas «bauerianas», y nos renovamos con las
afirmaciones de la instrucción para el Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa.
*
* *
¿Cómo
pues?, a propósito de una realidad supuestamente una por principio, la
iniciación, pueden haber tales variaciones, tales discordancias, tales
antinomios ¿cómo puede ser posible?
De
estas desviaciones –no retrocedo ante el término- encuentro una primera
explicación en san Pablo, apóstol de los Gentiles, que precisamente ha tenido
que afrontar pretensiones bastante similares en los esoterizantes de su tiempo,
quiero decir los gnósticos, fueran estos de procedencia judía o de procedencia
griega. Dicha explicación figura en la misma epístola a los Colosenses a la que
Robert Amadou hace alusión en el extracto citado anteriormente.
Estos
son los pasajes. Hablando de su combate para que todos «conocieran el misterio
de Dios», a saber el Cristo, « [misterio]
en el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y de conocimiento»[27] - he
aquí, ¡el esoterismo verdadero!- el apóstol enlaza: «Mirad que no haya quien os haga
su presa por medio de la filosofía y el vano engaño según la tradición de los
hombres, según los elementos del mundo y no según Cristo. Porque en éste
habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad. Con él estáis completos,
siendo él cabeza de todo principado y potestad.»[28]
Y más
adelante:
«Que nadie, pues, os juzgue en lo que toca a
la comida y la bebida, en asunto de fiestas o novilunio o de sábados, que son
sombra de lo futuro, mientras el cuerpo es de Cristo» -este pasaje se
encuentra en la instrucción de los C.B.C.S.- «Que ningún hombre os haga perder la palma del combate complaciéndose en
su humildad y culto de los ángeles, mientras
que él se pierde en falsas visiones y se hincha con un vano orgullo por sus
pensamientos carnales» -¡ya estamos de pleno!- «sin estar cogido a la cabeza, por la cual todo el cuerpo es servido y
ajustado por las coyunturas y ligámenes crece con el crecimiento de Dios.»[29]
Pasajes
a meditar con atención y precaución en todo recorrido iniciático.
Estos
pensamientos carnales y orgullosos, son aquellos que inventan a base de
distintas piezas un absoluto del esoterismo, un «esoterismo en sí mismo», un
esoterismo universal, a propósito del cual, Antoine Faivre, en su pequeño libro
citado anteriormente, escribe: «El autor
de estas líneas no ha comprendido todavía lo que sería un esoterismo
universal»[30].
Ni él, ni yo, ni nadie, pues es una pura petición de norma.
El fenómeno esotérico –como yo lo denomino
parafraseando el Fenómeno humano de
Teilhard de Chardin-, los esoterizantes lo quieren fenómeno «sobrehumano»;
pero, tal cual lo presentan, es más bien un fenómeno inhumano o anti-humano; y
es también un fenómeno ateo: pues, el hombre, en tanto que persona, y Dios, en
tanto que Personas, están excluidos.
A todo
esto, aplicaré las apreciaciones particularmente apropiadas de la Instrucción
de los C.B.C.S.:
«Si la iniciación masónica no debiera conducir a
aquellos que saben hacerse dignos al conocimiento de su objetivo esencial y
secreto, vos podríais pensar que la iniciación masónica ha querido, a falta de un objetivo real, apoderarse de
verdades religiosas y eternas» -es
exactamente lo que se ha descrito anteriormente- «a fin de atraer a los hombres virtuosos
a esta institución; y son muchos los que podrían temer que estas verdades no sufrieran
alguna alteración en nuestros Templos;»
-como a menudo se da el caso, en efecto, pero más en otros templos que en los
nuestros- «otros podrían pensar que las cosas secretas de la iniciación son un
culto particular, y que debían esperar a que sus dudas fueran aclaradas para
postrarse ante el Ser Supremo.»
¡Cuán cierto resulta esto en nuestros días!
«La profesión
de Fe que acabáis de pronunciar, mi Bien Amado Hermano, os responde a todo. No
es para cambiar el culto a lo que somos llamados, es para enseñar a los hombres
lo importante que para ellos és rendirle culto.»[31]
Y, más adelante:
«Y no creáis
por esto, (...) que la Orden quiere alejaros de la Ciencia que os es propia, la
Orden no busca más que preservaros de aquella que es falsa. Pero aquel que en
sus investigaciones, tome su propia
curiosidad por guía, y se abandone a deseos codiciosos e indiscretos, se expondrá infaliblemente a desviarse de
su verdadero camino y a todos los males que deben seguir a ese funesto extravío.»[32]
De donde este reproche
impresionante:
«¡Ah!, mi Bien
Amado Hermano, guardaos pues de poneros en manos de esos pérfidos cada vez más peligrosos que adoptan los distintivos de la
verdad y se decoran con el mandil de la virtud. A menudo, han prestado sin
saberlo, las armas envenenadas que han golpeado a aquellos, que atraídos por el
cebo de lo maravilloso, deslumbrados por la esperanza equívoca de las riquezas,
se dejan seducir por resultados que parecen y son en efecto sobrenaturales.
¡Qué difícil es desenmascarar de buenas a primeras a estos pérfidos! Parecen
invocar al Ser Supremo, fuente de toda luz, y es el poder enemigo quien les responde. Sus obras son las obras de las
tinieblas, sus terafim[33] y sus éfods[34] no sirven más que a oráculos tan falsos
como ellos mismos. Parecidos a los magos de Egipto, tiran sus varas de madera y
se convierten en serpientes. Pero éstas son devoradas por la de Moisés para
desengañar a aquellos que son testigos de esos prodigios (Éxodo 7, 10-13) y, al igual que el Faraón, sus corazones se
endurecen.»[35]
Lo que se aplica aquí a los
ritos de tendencia mágica, alquímica, u ocultista, que eran en el siglo XVIII
un verdadero peligro –pero ¿han dejado de serlo?- se aplica también, tanto más,
a aquellos que pretenden procurar falsas luces, una sabiduría desviada.
Y así, todavía una vez más nos
lo enseña el apóstol Pablo: «Y no es
extraño; porque el mismo Satanás se transforma en ángel de luz. »[36]
*
* *
Ahora que ha sido identificado y
descrito el laberinto, y desenmascarado cuál Minotauro tiene encerrado, conviene
tender nuestro hilo de Ariadna. Hay que tenderlo entre dos puntos de anclaje:
el hombre actual, y el hombre original, o primitivo, o incluso primigenio.
Este hilo –como esos frágiles
puentes de cuerda que, en tantas regiones del mundo, desde Asia hasta América
latina e incluso Irlanda, son echados por encima de los precipicios, y que para
atravesarlos hace falta sangre fría y un corazón valiente; este hilo, digo, va
a permitirnos franquear otro abismo, aquel que separa nuestro hoy –podemos,
como el poeta, ¿hablar de «nuestro bello hoy»? –del
principio de las cosas. Y este hilo, ¿a quién se lo debemos? Sin ningún tipo de
sorpresa, a aquel que no estoy lejos de considerar como el más grande pensador
masónico de todos los tiempos: Jean-Baptiste Willermoz.
Willermoz,
acompañado en contrapunto por Louis-Claude de Saint-Martin y Joseph de Maîstre.
Pero, antes y después de todo, Willermoz.
Va
pues a seros presentada toda una batería de textos fundamentales, que son, en
sentido propio, textos doctrinales. Se encuentra efectivamente en ellos
enunciada, resumida o bien desarrollada, toda la doctrina que la Masonería
cristiana, y en éste caso del Régimen Escocés Rectificado. Ella enseña, de una
manera no intelectual, o mejor dicho, no exclusivamente intelectual, pues es
una doctrina ciertamente a comprender, pero sobre todo es una doctrina para vivirla[37].
Algunas
palabras, a modo de entremés, para facilitar el acceso. Vosotros veréis que la
iniciación no es, contrariamente a lo que con presuntuosidad es proclamado por
algunos, según su orgullo carnal, una
realidad absoluta e incondicionada, que subsiste en sí y por sí. La iniciación
es un fenómeno circunstancial –de ahí mi expresión de fenómeno iniciático; es un fenómeno triplemente relativo: relativo
en relación a Dios, relativo en relación al hombre, y relativo en relación a la
historia.
1) Es
relativo a Dios-Principio, a Dios
creador y ordenador de todas las cosas, designado en éste aspecto bajo los
vocablos de Gran Arquitecto del Universo y Gran Geómetra del Universo. (Entre
paréntesis, estas dos denominaciones no son debidas en absoluto a los
francmasones, como muchos creen en su presuntuosa ignorancia. Figuran en los
oficios litúrgicos de la Iglesia latina cuyos textos han sido fijados a
principios del siglo XVIII [en los «pontificales»] pero son evidentemente mucho
más antiguos; en este caso, las encontramos en la ceremonia de consagración de
una iglesia[38].)
El
fenómeno iniciático es igualmente relativo a Dios-Providencia, en tanto que Reparador. Este término de
Reparador, que algunos creen inventado por Martines de Pasqually –me permito
una pequeña guasa-, ha sido comúnmente utilizado por la escuela francesa de la
espiritualidad del siglo XVII; Pascal lo emplea y Bousset también (entre muchos
otros). Reparador y no Redentor: la «redención» es una acción
providencial que se sitúa en un plano totalmente distinto que el de la «reparación»,
acción providencial ésta también, pero que consiste muy precisamente en anular
los efectos de la caída.
Sobre
estos dos artículos, os remito a la primera cuestión sometida a la meditación
del candidato en la cámara de preparación:
«¿Cuál es vuestra
creencia sobre la existencia de un Dios Creador y Principio único de todas las
cosas; sobre la Providencia y sobre la inmortalidad del alma; y que pensáis de
la religión cristiana)»[39]
Si se
pregunta de este modo al candidato sobre su creencia –no sobre su fe-, no es con vistas a librarle un
certificado de confesión. Es porque estos puntos son los elementos fundadores de la iniciación, que si el candidato no cree,
la iniciación no tendrá efectos para
él. Es precisamente esto lo que significa esta frase de la Regla masónica: «El Evangelio
es la base de nuestras obligaciones; si
no creyeras en él, dejarías de ser masón.»[40]
2) El
proceso iniciático es relativo al hombre:
a su condición pasada, presente y futura. La
iniciación es para el hombre,
exclusivamente. Sin el hombre, no hay iniciación.
3) a.-
Este hombre, al que la iniciación es relativa esta inscrito en la historia; o
mejor aún
en una meta-historia.
La iniciación es apropiada, ajustada por Dios-Providencia a la historia
metafísica, o más precisamente, ontológica
del hombre, historia que sintetizan los términos de caída, de reparación de
la caída, y de restauración o reintegración.
b.- Y esta historia es también Historia Santa. En efecto, la historia en la que se inscribe la
iniciación es la de las acciones divinas, las mirabilia –es la definición misma de la Historia Santa- por la que
la Providencia da, hace tomar a la iniciación las formas diversas que exige su
adecuación exacta a los estados sucesivos del hombre.
Esta adecuación es en permanencia pensada, querida y
realizada por la Providencia. La iniciación, en último análisis, no es otra
cosa –pero esta otra cosa es el todo- que los socorros divinos poderosos y
eficaces concedidos al hombre por la clemencia del Creador; el todo
constituyendo un proceso dinámico, en el que Dios y el hombre cooperan en
sinergia para la gloria de Dios – gloria de Dios consistente en el bien del hombre.
Y
ahora, dejemos sitio a la exposición doctrinal[41].
S
E G U N D A P
A R T E
GENEALOGÍA DE LA INICIACIÓN
PREÁMBULO
Cronología
Santa
Durante largo tiempo, y todavía hasta
mitad del siglo XIX, las Biblias cristianas eran todas surgidas de una
Cronología Santa que enumeraba los acontecimientos constitutivos de la Historia
Santa, desde la creación del mundo hasta Cristo. El detalle de esta cronología
era tan minucioso que figuraban indicados, no solamente los años, si no también
los meses, los días, incluso las horas de los acontecimientos allí
relacionados, siendo comprendidas estas nociones temporales literalmente en
lugar de serlo simbólicamente como lo son hoy en día. Así ofrecía, por ejemplo,
una efeméride precisa de ésta primera Semana Santa que constituyeron los siete
días del Génesis. Manera de hacer que por otra parte no era particular de los
cristianos, puesto que la tenían en común con los judíos, cuya liturgia, en
particular la del Templo, tenía por fundamento una cronología similar,
igualmente detallada.
Esta comenzaba pues con la Creación, que
fechaba en 4.000 años antes del nacimiento de Cristo. No hay que ver en otra
parte el origen del cómputo masónico. Cuando nuestros padres, los primeros
francmasones, como buenos cristianos que eran, convinieron de hablar del «Año de la Verdadera Luz de 5778», por ejemplo, o «5782», hacían
referencia a la primera manifestación del Verbo en el mundo en tanto que Verbo
Creador. Y cuando utilizaban la expresión «Anno Domini 1778» o «1782», o bien «En el año de gracia de 1778» o «1782», hacían referencia
a su segunda manifestación en tanto que Verbo Encarnado. Pero siempre es el
mismo Verbo que se manifiesta, él que se ha proclamado a sí mismo como la
Verdadera Luz del mundo.
De hecho, las manifestaciones del Verbo en el mundo
son, o mejor aún serán, en número de tres: la primera en el origen de los
tiempos, con la Creación; la segunda en mitad de los tiempos, con la
Encarnación; la tercera y última al final de los tiempos, con el retorno de
Cristo en su Gloria, la Parusía.
El cómputo masónico hace pues referencia
indudablemente a Cristo, al Verbo. Sin embargo, hay que creer que una cierta
incomprensión empezaría a manifestarse a principios del siglo XIX, para que
Willermoz viera la necesidad de fechar así un correo oficial relativo a la «rectificación»
de la logia El Centro de los Amigos: «El
año masónico de 5808 y de la Verdadera Luz de 1808». Por nuestra parte hemos propuesto a las Logias rectificadas una fórmula
equivalente: «El año de la Verdadera Luz de 1998, en modo masónico de 5998».
Es ciertamente la que conviene más a hoy
en día en que ya no creemos que el origen del mundo se remonte a 4.000 años
antes de nuestra era y donde la adición de estos 4.000 años no significa nada
para nadie, sea cristiano o no.
Edades
del mundo
La cronología de la que hablamos no solamente fechaba
los acontecimientos, sino que los reagrupaba en una serie de conjuntos
coherentes llamados «edades». Estas edades del mundo eran en número de
siete – como los siete días del Génesis.
Tal es el marco en el que todos estaban de acuerdo, e
incluyendo a los eruditos de Port-Royal, traductores de la magistral Biblia
dicha de Lemaistre de Sacy, de nombre de su principal artífice. Él es también
quien constituye la trama del Discurso
sobre la historia universal de Bossuet,
como también la de las reflexiones apologéticas de Pascal en sus Pensamientos. Bien raros eran aquellos, que como Richard
Simon, elevaban objeciones, casi unánimemente rechazadas como incongruentes.
Es pues en este marco que se inscribe la historia tal
como las instrucciones del Régimen rectificado la relatan. La historia de la
iniciación, en razón del carácter propio de esta última, es indisociable de la
Historia Santa, que no es otra que la historia de la acción de la Providencia
en el mundo. La iniciación, en efecto, es uno de los instrumentos de la
Providencia; hemos desarrollado este punto anteriormente.
La Historia Santa figura por consecuencia en
filigrana en los rituales, ritmada por estas «edades del mundo» a las cuales hacen alusión en diferentes sitios. Para un cristiano del
siglo XVIII, medianamente cultivado, estas cosas caían por su propio peso. No
sucede igual actualmente, en las que éstas ha caído totalmente en el olvido. Y
esto forma parte de estos elementos, en ocasiones secundarios pero no siempre,
de nuestros rituales, que por su desconocimiento, ya no comprendemos.
Voy a proceder pues en dos tiempos. En primer lugar,
reconstituiré esta Cronología Santa con sus siete edades del mundo de las que
voy a dibujar el panorama. Y puesto que la Biblia de Lemaistre de Sacy, sin
duda la más bella que haya existido en lengua francesa y a buen seguro la más
popular, era la que Willermoz utilizaba –como prueba el hecho que casi todas las
citaciones de las Escrituras que comportan nuestros textos son extraídas de
esta traducción, bastante alejada de las versiones modernas en las que estas
citaciones son en ocasiones imposibles de localizar, por la divergencia de sus
formulaciones- me apoyaré pues en esta Biblia de la que tengo la suerte de
poseer un ejemplar de la edición de 1714.
A continuación, en el interior de este marco así
dibujado, volveré a situar la historia de la iniciación o más bien, como ya lo
he titulado, la Genealogía de la
iniciación, esto a fin de poner de
relieve el hecho que las diferentes formas asumidas por la iniciación en el
curso de su evolución no se suceden, sino que son salidas unas de otras, son
engendradas la una por la otra, en el corazón de esta Historia Santa en las que
la iniciación es uno de los hilos conductores.
*
* *
Para este trabajo, he adoptado un método bastante
particular. La sustancia de la exposición estará constituida por dos tipos de
documentos:
1)
por los textos doctrinales sacados de diversas exposiciones o
instrucciones del Régimen rectificado, todos ellos de la pluma de Willermoz, a
excepción de dos que son debidos, uno a Saint-Martin y el otro a Joseph de
Maîstre.
2)
de los esquemas que ilustran de la manera más legible
posible:
-
esta Cronología Santa o Historia Santa;
-
la inserción en su seno de la genealogía de la
iniciación.
En última instancia, la simple lectura de estos
textos podría y debería bastar. Sin embargo, para facilitaros la tarea, me
limitaré a hacer, además de los esquemas, que son su traducción gráfica, un
comentario cursivo y sucinto, reducido a puntos esenciales, casi exclusivamente
constituido por citaciones.
Luego, en este trabajo, casi nada es mío, salvo su
concepción que ha sido la de enmarcar, recoger, articular y organizar lo que se
encuentra esparcido entre las enseñanzas de Willermoz, de quien no soy otra
cosa, que su porta-pluma, o el portavoz.
Algo he puesto de mi cosecha en las conclusiones,
pero en realidad, mi intervención se ha limitado a explicitar las consecuencias
resultantes de la lógica interna de estas mismas enseñanzas.
N.B.:
1)
La realización gráfica de los esquemas es debida a mi
hermano y amigo Bassem Asseh, a quien expreso mi gratitud.
2)
En los comentarios que seguirán, las frases, períodos de
frases y palabras en itálicas son citaciones. Las palabras puestas en negrita son mías.
TEXTOS
DOCTRINALES
A parte de las dos citaciones de
Saint-Martin y Joseph de Maîstre, indicadas por una mención entre paréntesis,
todas las otras son de Willermoz.
LOS DOS PUNTOS DE ANCLAJE; EL
HOMBRE PRIMIGENIO, EL HOMBRE DEGRADADO O CAÍDO
La palabra «iniciar», en su etimología
latina, quiere decir «aproximar, unir
al principio», la palabra initium
significa tanto principio como comienzo.
Y desde entonces, nada de más conforme a todas las
verdades (...) que el uso de las iniciaciones en todos los pueblos, nada de más
análogo a la situación y esperanza del hombre que la fuente de la que
descienden estas iniciaciones, y que el objeto que éstas han debido proponerse
en todas partes, es el de anular la distancia que se encuentra entre la luz y
el hombre, o de aproximarlo a su Principio restableciéndolo al mismo estado que
era el suyo en un principio (Saint-Martin).
*****
Si el hombre se hubiera conservado en la pureza de su primer origen, la
iniciación nunca le hubiera sido necesaria, y la Verdad se ofrecería todavía
hoy sin velo a sus ojos, puesto que nació para contemplarla y rendirle un
continuo homenaje. Pero desde el momento en que desgraciadamente descendió a
una región opuesta a la Luz, es la Verdad misma quien lo ha sometido al trabajo
de la iniciación ocultándose a su búsqueda (...)
Esta primera iniciación, fundada en la degradación del hombre y exigida
por la naturaleza misma, fue el modelo y la regla de aquella que establecieron
los antiguos Sabios. La Ciencia de la que eran depositarios siendo de un orden
superior a los conocimientos naturales, no podían desvelarla al hombre profano
sino después de haberlo fortalecido en las vías de la inteligencia y la virtud.
Es en este deseo que sometieron a sus discípulos a pruebas rigurosas, y que se
aseguraron de su constancia y su amor por la verdad, ofreciendo a su
inteligencia jeroglíficos o emblemas difíciles de comprender. He aquí lo que se
ha querido figuraros en los grados de la Masonería por los trabajos alegóricos
que se ha exigido de vos (...)
Esta doctrina ha sido siempre la base de las iniciaciones, los Sabios,
que estaban perfectamente instruidos de ello, tuvieron sumo cuidado en
enseñarla a sus discípulos, como podemos convencernos por la multitud de
lustraciones y purificaciones de todo género que exigían de los iniciados; y
solo después de haberlos preparado de este modo les descubrían la única ruta
que puede conducir al hombre a su estado primitivo y restablecerlo en los
derechos perdidos. He aquí el verdadero, el único objetivo de las iniciaciones
(...)
Esto es lo que debíamos deciros sobre los derechos primitivos del hombre,
y sobre su degradación que lo hace indigno hoy de aproximarse al santuario de
la Verdad.
*****
El hombre primitivo (...) tenía un sentimiento íntimo y un conocimiento
perfecto de la naturaleza espiritual divina (...). Antes de su crimen, el
hombre se conocía a sí mismo con evidencia, al igual que conocía al Principio
Creador Universal y a todas las criaturas que son emanadas de él.
Era del mismo centro de luz y de verdad que extraía la acción, la vida y
la inteligencia (...) y que gozaba de una ciencia sin límites.
*****
Definición de la caída: «privación divina
absoluta».
*****
En el estado primitivo del hombre, su ciencia consistía en un pleno y
perfecto conocimiento de los actos que debía hacer para cumplir con precisión
la ley recibida del Eterno –ley que no podía ejecutar sin conocer al mismo
tiempo la naturaleza y las prerrogativas de todos los seres emanados del
Creador.
Resulta evidente que esta ciencia inefable no podía convenir al hombre
después de su crimen (...). Es por ello que la iniciación y sus misterios, al
estar forzosamente en relación con el hombre en privación, fuera tan distinta
de la ciencia primitiva; pues se reducía a instruir a los discípulos sobre el
estado glorioso de pureza espiritual divina que había sido atributo del hombre,
y a enseñarle que era por los actos impíos y tenebrosos de su voluntad que
había caído de aquel primer esplendor, y que el universo había experimentado
las más horribles revoluciones por ello. Por esto los primeros pasos del
iniciado se hacen en el duelo y las lágrimas, expuesto a todo el rigor de los
elementos.
Cuando por la revelación de estos misterios, había logrado concebir la
dignidad de su naturaleza espiritual, y a sentir ardientemente su privación
para pedir la misericordia del Creador, se le anunció el poder que se ha
manifestado a favor del hombre en este universo; y para defenderlo de las
ilusiones temporales, se le indicó los medios para hacer recaer este poder en
su favor.
Esta es (...) la diferencia extrema que se halla entre la ciencia de la
iniciación y la ciencia primitiva del hombre.
Esto es lo que los Sabios trazaban a sus discípulos con el ceremonial y
los emblemas de la iniciación.
******
El principal objeto de la iniciación fue siempre el de instruir a los
hombres sobre los misterios de la religión y la ciencia primitiva, y de
preservarlos del abandono total que hacían de sus facultades espirituales a
favor de las influencias de los seres corporales e inferiores.
Las iniciaciones debían pues ser el refugio de la verdad, puesto que
podía formar templos en el corazón de aquellos que sabían apreciarla y rendirle
homenaje.
INICIACIÓN MASÓNICA Y CIENCIA
DEL HOMBRE
No buscamos perder nuestro tiempo en descubrir el origen de la ciencia
que denominamos hoy masónica, y que ha debido ser profesada en diferentes
tiempos y bajo diversas denominaciones. Si ella ha sido dada al hombre para sus
necesidades, ésta debe ser tan antigua como su existencia temporal, y tomar su
origen en la fuente misma de las cosas temporales.
*****
La ciencia masónica, (...) para ser verdadera, ha debido existir en todos
los tiempos, bajo diversas formas y denominaciones.
*****
La Francmasonería bien meditada os recuerda continuamente y por todo tipo
de medios vuestra propia naturaleza esencial. Busca atrapar las ocasiones de
haceros conocer el origen del hombre, su destino primitivo, su caída, los males
que son su consecuencia, y los recursos que la bondad divina le ofrece para
triunfar.
*****
La Masonería fundamental tiene un objetivo universal, que la moral por sí
sola no podría cumplir (...) Su objetivo es el de iluminar al hombre sobre su
naturaleza, su origen y su destino.
*****
Es siempre la historia del hombre en general, la de su estado pasado,
presente y futuro, la de sus relaciones con el Creador, con sus semejantes y
con todo lo que le rodea en el universo creado que [la
Orden] os presenta en (el cuarto grado),
al igual que en los precedentes, como el único objeto de la Francmasonería
primitiva.
*****
El gran objetivo de la Masonería será la ciencia del hombre. (Joseph
de Maîstre)
*****
El objetivo de los emblemas, figuras y ceremonias de la Masonería
simbólica (es) la de conducir a aquellos que la estudian al conocimiento
teórico y a la práctica de la ciencia masónica.
OBJETIVO DEL CRISTIANISMO Y
OBJETO DE LA INICIACIÓN MASÓNICA
Si las lecciones que la Orden te dirige para facilitarte el camino de la
verdad y la felicidad se graban profundamente en tu alma (...); si las máximas
saludables que marcarán por así decirlo cada paso que hagas en la carrera
masónica, se convierten en tus propios principios y la regla invariable de tus acciones;
¡oh Hermano mío! (...) cumplirás tu sublime destino, recobrarás esta semejanza
divina que fue atributo del hombre en su estado de inocencia, que es el
objetivo del cristianismo y del que la iniciación masónica hace su objeto
principal.
*
* *
No resulta tampoco superfluo
comparar estos textos citados con los dos siguientes de la Introducción que figuran en la cabecera de la edición anteriormente
mencionada de la Biblia de Sacy:
«Cada uno encuentra (= en las Escrituras)
los títulos originales de su nacimiento, la nobleza de su origen, en la creación
del primer hombre, salido de manos de Dios mismo; y la bajeza con la que ha ido
en contra de una extracción tan relevante, en la vergonzosa prevaricación de sus padres.
Descubrimos en esta caída funesta de Adán (...) la
causa de este exceso de miseria en la que nace el hombre, la más perfecta de
las criaturas que están sobre la tierra, y al mismo tiempo la más miserable.»
La
absoluta similitud de pensamiento, e incluso de formulación, entre estas
consideraciones, publicadas con el imprimatur
de las autoridades eclesiásticas, y las que se desarrollan en las instrucciones
del Régimen rectificado, basta por sí sola para hacer justicia a las
acusaciones de heterodoxia complacientemente difundidas por algunos, y cuya
absurdidad se revela manifiesta.
E S Q
U E M
A S
ESQUEMA “A”
|
ESQUEMA “B”
CRONOLOGÍA SAGRADA
|
(Extracto de la Biblia de Sacy)
Estas siete edades están situadas
cada una de ellas bajo la égida de un personaje eminentemente representativo de
una alianza, la cual es signo de reconciliación de Dios con el hombre.
Es por lo que las he nombrado:
1)
Edad adánica;
2)
Edad noaquita;
3)
Edad abrahamita[42];
4)
Edad mosaica;
5)
Edad salomónica;
6)
Edad zoorobabélica;
7)
Edad cristiana.
LAS SIETE EDADES DEL MUNDO
1) PRIMERA
EDAD: de la Creación al diluvio 1656
años
Edad adánica
Diez patriarcas: Adán, Set, Enos, Caïnan, Malaleel, Pared, Enoc,
Matusalén, Lamech, Noé.
2) SEGUNDA
EDAD: del fin del diluvio a
la vocación de Abraham 426 años
(1657-2083)
Edad noaquita
- Fin del diluvio, alianza con Noé.
- Torre de Babel: «En época de la división de los pueblos, Phaleg, descendiente de
Noé estableció la iniciación y formó la primera logia».
3) TERCERA
EDAD: de la vocación de Abraham a la
salida de Egipto 430 años
(2083-2513)
Edad abrahamita
- Alianza con Abraham:
Patriarcas: Abraham, Isaac, Jacob y sus 12 hijos, entre ellos Judá y
José.
4) CUARTA
EDAD: de la salida de Egipto a la
fundación del Templo 479 años
(2513-2992)
Edad mosaica
- Éxodo y revelación de la Ley
5) QUINTA
EDAD: de la fundación del Templo a
la cautividad de Babilonia 476 años
(2992-3468)
Edad salomónica
«La iniciación primera tuvo sin duda su mayor
esplendor en el Templo de la Ciudad Santa».
6) SEXTA
EDAD: de la liberación de
Babilonia al nacimiento de Jesucristo 532
años
(3468-4000)
Edad zorobabélica
- Restablecimiento de la iniciación perfecta.
7) SEPTIMA
EDAD: del nacimiento de Jesucristo
al fin del mundo
Edad cristiana
«Esta iniciación y este Templo debían ser
reformados y perfeccionados, y lo fueron por Aquél que había sido anunciado
desde el principio. Los apóstoles recibieron la iniciación perfecta del Verbo
mismo, y su misión fue llevarla a todas las partes del Universo.»
ESQUEMA “C”
|
ESQUEMA “D”
|
COMENTARIOS A LOS ESQUEMAS
ESQUEMA
“A”
EL HOMBRE Y LA INICIACIÓN
Este esquema sintetiza la historia del hombre en general,
Describe su estado pasado, presente y futuro.
I. Estado pasado:
El
hombre estaba entonces en su estado
primitivo glorioso de pureza espiritual divina;
Estaba
en el centro de la luz y la verdad.
Es un ser intelectual espiritual, emanación[43]
directa e inmediata de la Divinidad de la que es imagen y semejanza.
Hay comunicación inmediata con el Creador, su
pensamiento [está] siempre en unidad
con el Pensamiento divino, del que [extrae] continuamente el suyo;
es una unidad particular en similitud de la
Unidad divina.
* Sobreviene la caída:
por un acto impío y tenebroso de su libre
voluntad,
el
hombre es descendido a una región opuesta
a la luz,
el mismo
es quien se exilia del centro de pureza y
felicidad.
De donde:
II. Estado presente:
a) PRIMERA ÉPOCA: el
hombre se ve condenado a una doble muerte: intelectual
(espiritual[44])
y corporal.
1. muerte intelectual:
- El hombre está en privación, es decir cortado de Dios;
- ha dejado de actuar en unidad con Dios y conforme a sus leyes;
- se encuentra en la privación de toda reacción espiritual divina inmediata, no
pudiendo ya leer en el pensamiento del
Creador ni en ningún otro agente
espiritual; así, de activo y pensante que era
por naturaleza [pasa a ser] pasivo.
2. muerte corporal:
la forma gloriosa, impasible, incorruptible
que era la suya en origen es cambiada en
un cuerpo material corruptible.
> Por ello, adquiere una doble naturaleza,
cuya
junción es un fenómeno monstruoso, y vergonzoso para él (vergonzoso debido a
su prevaricación):
1. su primera naturaleza es la
de hombre inteligente[45],
imagen y semejanza del Creador,
que hace resplandecer la grandeza y nobleza de su
origen.
2. su segunda naturaleza es la
de hombre animal corporal,
en similitud con los animales terrestres,
por la
cual, reducido a la condición de los más
viles animales, es esclavo de las sensaciones y las necesidades físicas y
sujeto a la corrupción y la muerte.
> De donde sus tormentos horribles, los males terribles de los que es presa:
- como ser espiritual: la oposición violenta entre el poder de su voluntad y el poder de la
ley divina cuyo sello es para siempre imborrable sobre su ser espiritual;
- como ser espiritual y animal corporal:
- [la
oposición] de las necesidades de una y
otra naturaleza;
- la división y destrucción de las partes
materiales.
- como individuo pasivo temporal:
- el choque de los elementos;
- la contracción (es decir la acción y
reacción) universal y particular de las
dos
causas (el bien
y el mal) que actúan en este universo
creado.
Situación horrorosa e inexpresable:
Todas las relaciones entre la misericordia divina y
los culpables habían sido aniquiladas.
Pero:
b) SEGUNDA ÉPOCA:
El
hombre se entrega al arrepentimiento:
reconoce y confiesa su crimen,
y por esta pronta confesión se hace merecedor de
consuelos y socorros poderosos que transmite igualmente a su posteridad.
Estos poderosos socorros transmitidos,
es la Iniciación, destinada a (restablecerlo)
en el mismo estado en que estaba en un
comienzo, en su estado primitivo y sus derechos perdidos.
III. Estado
futuro:
Este estado está ya comenzado:
está en germen gracias al
trabajo de la iniciación,
estos socorros divinos y eficaces que el hombre, gracias a su
arrepentimiento, transmitió a su posteridad.
El arrepentimiento del hombre puso en movimiento la misericordia divina:
el infortunio actual del hombre sería indecible si esta misericordia no
hubiera empleado entonces un Reparador infinitamente poderoso para levantar al
hombre de su funesta caída y restablecerlo en su primer destino.
Este Reparador, es un ser Dios y divino:
-
inmediatamente después del
crimen del hombre, éste poderoso agente vino a manifestar su acción victoriosa
sobre los culpables en el templo universal (=el universo creado),
o sea, que el origen de la iniciación data de la caída
o mejor aún del arrepentimiento que sucedió a la caída;
-
su acción victoriosa la
manifestó en el tiempo especialmente a favor de la posteridad del hombre y para
vergüenza de su enemigo uniendo su Divinidad a la humanidad.
Es pues claramente el Cristo,
verdadero Dios y verdadero hombre, quien restablece
al hombre, operando su reintegración en
sus primeras propiedades, virtudes y poderes espirituales divinos.
La iniciación actúa pues por y en Cristo,
y nadie puede participar de ella si no actúa en nombre y en unidad con
este agente Reconciliador universal.
ESQUEMA
“B”
LAS SIETE
EDADES DEL MUNDO
A destacar, en esta Cronología
Santa, algunas fechas clave:
- al comienzo de la segunda edad
(noaquita):
-
la alianza con Noé: el
año del mundo de 1657
o sea,
2343 antes de Cristo
- a mediados de esta misma segunda edad (noaquita):
-
el nacimiento de Phaleg: el año del mundo de
1757
o sea,
2243 antes de Cristo
-
la dispersión de Babel: el año del mundo
de 1800
o sea,
2200 antes de Cristo
- hacia el principio de la
tercera edad (abrahamita):
-
la alianza con Abraham: el año del mundo de
2093
o sea,
1907 antes de Cristo
- al principio de la cuarta edad
(mosaica):
-
la revelación de la Ley sobre el monte Sinaí: el año del mundo de 2513
o sea,
1487 antes de Cristo
- hacia el principio de la
quinta edad (salomónica):
-
la dedicación del Templo por Salomón: el año del mundo de
3001
o sea,
1999 antes de Cristo
- al principio de la sexta edad (zorobabélica):
-
la dedicación del Templo reconstruido por Zorobabel: el año del mundo de 3469
o sea,
531 antes de Cristo
N.B.
1) los nombres de los Patriarcas
están ortografiados como en la Biblia de Sacy.
2) la duración de cada edad
resulta de la suma, por ejemplo, de la duración de vida signada por las
Escrituras a cada Patriarca, y de otras duraciones temporales, siempre tomadas
literalmente.
No parece que estas duraciones
tengan un valor numerológico. Cada uno puede hacer sus investigaciones sobre
esta cuestión.
Tal es el cuadro en el que se
inserta la historia o genealogía de la iniciación.
ESQUEMA
“C”
PANORAMA
DE LA INICIACIÓN
La
iniciación es pues una consecuencia providencial
de la caída, uno de los socorros
poderosos y eficaces concedidos al hombre culpable por la clemencia del Creador.
Pero es una lucha y una conquista
incesantes, a causa de la inclinación inveterada del hombre por los abusos, la impiedad, la corrupción,
en definitiva por la profanación:
Aquellos
que están instruidos sobre la historia de las diversas iniciaciones saben que
no hay ninguna que haya subsistido mucho tiempo sin alterarse poco a poco, por
el olvido de sus verdaderos principios, y por la inclinación natural del hombre
animal en regodearse en las cosas materiales e inferiores. Tal fue la verdadera
causa y el origen de la idolatría.
De donde los estados sucesivos de la iniciación.
I. LA INICIACIÓN PRIMERA O PRIMITIVA
Dos etapas:
1)
PRIMERA ETAPA:
En las primeras
posteridades del hombre, estos hechos fueron enseñados sin misterio ni
alegoría.
La ciencia de la iniciación era enseñada directamente:
la iniciación no era simbólica, ni ceremonial.
Todo
esto durante la primera edad y la primera parte de la segunda edad:
Primera edad:
Aunque
los hombres de la primera edad hubieran
oscurecido su inteligencia por el abuso mismo de los sublimes conocimientos que
le eran propios, y que fue necesario un azote
(...) universal –el diluvio- para destruir este abuso (...) convertido en universal...
Primera parte de la segunda edad:
...por
tanto, después del diluvio, la Ciencia
conservada por Noé fue transmitida sin velo a sus hijos.
Pero la historia se repite:
las profanaciones se multiplicaron de nuevo,
la impiedad y la corrupción llegaron a ser casi
universales.
De
donde:
2) SEGUNDA ETAPA:
Los
Sabios se vieron forzados a recurrir a los emblemas misteriosos para propagar
la ciencia sin exponerla a la profanación,
y la verdad se convirtió en un misterio que
solo podían revelar a aquellos de entre los hombres que se mostraban dignos de
ello.
Segunda parte de la segunda edad:
Phaleg, descendiente de Noé, estableció la
iniciación [simbólica y ceremonial] y
formó la primera Logia, depositando en ella los principios de la verdad.
Tres observaciones importantes:
1. Aunque no hay más que una verdadera ciencia
para el hombre, sin embargo la forma de la iniciación puede variar al infinito,
porque los signos y tipos de la verdad son innumerables.
2.
Entre las iniciaciones, las hubo de
institución divina, y otras establecidas arbitrariamente por maestros más o
menos iluminados.
3.
Todas las iniciaciones han estado sujetas a alteraciones, a menudo graves, incluso las de institución divina,
pero estas últimas han sido periódicamente restauradas.
Ejemplo: los Egipcios:
Llegaron a
conocer la ciencia en su pureza primitiva. Pero cayeron en el
materialismo y el naturalismo. Sus
misterios han expresado más bien el culto que los iniciados rendían a los poderes activos de la naturaleza
temporal, que aquel que hubieran debido rendir al Principio único de todo poder
general y particular.
De donde la idolatría politeísta:
Mientras que los sacerdotes invocaban con
ceremonias sacrílegas los poderes figurados incluso por jeroglíficos, el
pueblo, prosternado ante estas representaciones materiales, les dirigía
directamente su plegaria sin elevarla más allá de la figura [46].
Por
otra parte:
La iniciación primitiva se corrompió en
todos los pueblos antiguos poco más o menos como en los Egipcios.
Aunque
siempre hubieron, en todos estos pueblos, elegidos,
sabios instruidos sobre la verdad de la
iniciación primitiva y que ofrecían el verdadero culto [...] en altares agradables a la Divinidad,
Sin
embargo, la corrupción del culto habiendo
llegado casi a ser general entre los hombres, dio lugar a las iniciaciones de
institución divina y a la elección de un pueblo particular encargado sobre la
tierra de practicar el verdadero culto en toda su pureza.
II. LA INICIACIÓN DEL TEMPLO establecida por Moisés y
perfeccionada por Salomón
Cuatro etapas:
Cuarta edad:
1)
PRIMERA ETAPA
Moisés (...) empezó a conocer la Ciencia con los Egípcios, pero iluminado por una luz
más pura, se elevó por encima de sus Maestros y les hizo conocer su
superioridad. Restableció la Ciencia entre los suyos, en su pureza original,
pues la habían olvidado en su larga cautividad en el pueblo corrompido. Fue en esta
época que inició en diferentes grados a los jefes de las tribus y las familias,
(...) para que transmitieran a su vez lo que habían recibido de él.
Luego de esto, nuevas alternancias
de recaídas y restablecimientos hasta llegar a DAVID, que, habiendo permanecido
siempre fiel a la ciencia (...) mereció
recibir los planes misteriosos del Templo que debería ser construido por su
hijo.
Quinta edad:
2)
SEGUNDA ETAPA:
Por
último SALOMÓN (...) recibió la
plenitud de la ciencia y la sabiduría que había deseado y pedido con tanto
ardor.
Habiendo adquirido profundos
conocimientos sobre la naturaleza, (él) los
comunicó por medio de la iniciación a obreros dignos de ejecutar los planos del
Templo que debía elevar.
Entonces la
iniciación primera (...) estuvo en
todo su esplendor en el Templo de la Ciudad Santa bajo el rey Salomón.
En
efecto, ésta iniciación no difería
esencialmente de la iniciación primitiva; era la misma ciencia y los mismos
misterios originales, separados de todo lo que la ignorancia y la perversidad
de los hombres le habían añadido de impuro o extraño, y presentada bajo los
emblemas del Templo.
Esta
iniciación fue superior a las precedentes: los símbolos eran reales y no convencionales.
La
Francmasonería proviene de esta iniciación del Templo y es a través de ella que conserva las mayores relaciones con la
iniciación primera.
3) TERCERA ETAPA:
a)
Salomón deslumbrado por su poder y el
esplendor de su trono, (...) perdió totalmente de vista la Sabiduría que lo
había elevado.
Los compañeros de sus trabajos,
asustados por el abuso que hacía de su ciencia, se alejaron completamente de su
corte, y llevaron a otros lugares la iniciación del Templo de Jerusalén, de
donde se extendió a diferentes pueblos.
b) Casi todos los reyes que sucedieron a
Salomón ignoraron esta ciencia o abusaron de ella. Pero aún y así fue siempre
conservada, especialmente en la raza de Judá; pues el Templo de Salomón había
sido destruido...
Sexta edad:
4) CUARTA ETAPA:
a) ...Zorobabel logró la reedificación y
habiendo superado todos los obstáculos, restableció
la iniciación en Jerusalén.
b)
Sin embargo, poco tiempos después de
Zorobabel, la ciencia empezó a degenerar, los abusos se multiplicaron con tal
exceso, que finalmente desapareció de entre este pueblo.
El Templo fue destruido hasta sus
cimientos, y los judíos, dispersados por toda la tierra, vinieron a sufrir ante
las naciones, la pena de su ceguera extrema, pues habían ignorado al
Restaurador universal de toda ciencia, que había venido a vivificarla al Centro,
y devolverla a su pureza original, a fin que, desde allí, se extendiera por
todas partes y sobre todos.
Séptima edad:
III. LA INICIACIÓN PERFECTA O CRISTIANA
Esta iniciación, por sublime que
ella fuera, este Templo único para la nación elegida, figura de la unidad que
debía reunir a todos los hombres, ésta iniciación y este Templo debían ser reformados y perfeccionados, y lo fueron por Aquel que había sido
anunciado desde el principio. Los apóstoles recibieron la iniciación perfecta
del Verbo mismo, y su misión fue la de llevarla a todas las partes del
universo.
La admisión al cristianismo fue una
iniciación a los misterios sagrados e inefables.
En ésta época (en los orígenes del
cristianismo) existían sobre la tierra,
como existen todavía hoy, varias especies de iniciación; a saber, la iniciación
primitiva, más o menos corrompida o alterada en los diversos pueblos de
Oriente; la iniciación de los Gentiles o de los Egipcios, que no era más que un
criminal y monstruoso abuso de la Ciencia; y finalmente la iniciación del
Templo, establecida por Moisés y perfeccionada por Salomón. Es la misma que ha
llegado hasta nosotros bajo el nombre de Francmasonería.
Ella difiere esencialmente de la iniciación cristiana, en que solo puede
representar figurativamente la historia del hombre en general y del universo,
así como las relaciones que los unían, mientras que ésta última, mucho más perfecta, presenta el
desarrollo efectivo de las alegorías
y el cumplimiento real de los
misterios de la religión primitiva y universal.
La simple admisión a la iniciación
cristiana, habiendo sido ofrecida a todas las naciones, hizo casi universal la
doctrina de la caída del hombre y su regeneración. Desde entonces, las
iniciaciones perversas fueron casi aniquiladas de entre los pueblos: los
agentes obstinados de la idolatría fueron derribados y confundidos, y la ley
del divino Cristo reina en el universo.
Luego:
Los trabajos simbólicos de los Masones (...)
no son más que la figuración de un
nuevo orden de cosas, de una iniciación
más perfecta, (lo que nos está)
indicado por estas palabras: Meliora
Praesumo.
A observar las derivaciones y confluencias sucesivas:
A) las iniciaciones corrompidas o pervertidas, idolátricas, derivadas de la iniciación
primitiva, que son todas ellas vías de perdición.
B) De la iniciación del Templo de Jerusalén o iniciación masónica primera:
a) deriva, cuando el exilio de Babilonia, y a
continuación cuando la prevaricación
de Salomón, una iniciación masónica fuera de Jerusalén que se extiende hasta
los Gentiles.
Entre los descendientes de estos Gentiles:
-
unos, convertidos a la fe cristiana, participarán de la iniciación masónica
cristiana o iniciación del Nuevo Templo;
-
los otros, no convertidos, transmitirán una iniciación masónica no
cristiana (pero auténtica);
-
b) deriva
también, al retorno del exilio, una iniciación restablecida del Templo
restaurado.
C) De esta iniciación del Templo restaurado:
a) deriva en línea recta, por los
apóstoles, judíos convertidos, la iniciación del Nuevo Templo: la iniciación perfecta.
b) deriva también la iniciación
subsistente del Antiguo Templo, la cual desaparecerá con el aniquilamiento de
éste.
Permanecen pues únicamente a continuación:
a) las iniciaciones paganas (no
cristianas)
unas pervertidas,
otras permanecen auténticas en
su trasfondo, pero imperfectas.
b) la iniciación cristiana en la
cual la iniciación judía se funde, se
cumple.
ESQUEMA
“D”
LA
INICIACIÓN CRISTIANA PERFECTA
La iniciación perfecta se ha [recibido] del Verbo mismo.
Ésta, [la iniciación perfecta]
ya no es particular o singular (contrariamente a la del Templo), sino que tiene
vocación universal, puesto que debe ser [llevada]
a todas las partes del universo.
Desde entonces, se desarrolla
según dos vías paralelas:
éstas no se apartan la una de la
otra, pero sin confundirse, y están en constante correspondencia una con otra.
De donde su representación por
los dos largueros de una escalera de
innumerables travesaños.
I)
Una es la vía de la iniciación simbólica o
Francmasonería:
Es
figurativa, compuesta de emblemas y alegorías; introduce a la inteligencia de
los misterios, pero no procura su realización.
II)
La realización es procurada por la iniciación
cristiana en sí, que es la iniciación, no solamente a la inteligencia de los
misterios, sino a los misterios sagrados
e inefables mismos, que hacen entrar
en los misterios:
Ésta otra vía, presenta el desarrollo efectivo de las alegorías y el
cumplimiento real de los misterios de la religión primitiva y universal,
la cual, es la verdadera
religión:
La verdadera religión tiene más de dieciocho siglos,
Nació el día que nacieron los días
(Louis Racine, citado por
Joseph de Maîstre).
Religión que nosotros llamamos «cristiana», desde que el Verbo Preeterno se encarnó en
la persona de Jesucristo.
Religión
que es de todos los tiempos y todos los lugares, puesto que «nadie no va al Padre si no es por mí», como
bien ha dicho Cristo[47].
El
Templo que construye la Francmasonería simbólica es la figura del Templo «no hecho de la mano del hombre»[48] que es el
Cristo, cuyo Cuerpo místico es la Iglesia. La iniciación simbólica figura la iniciación perfecta.
Esta iniciación perfecta se compone (según
los Padres) de tres grados:
- el bautismo (participación en Cristo);
- la crismación o confirmación (recepción del
Espíritu Santo);
- la eucaristía (comunión, es decir, unión
completa, a la humanidad y Divinidad de Cristo, y por ello a la intimidad
viviente de la Divina Trinidad)[49].
Esta iniciación es pues sacramental y eclesial.
Ella es absoluta: no está condicionada por el tiempo ni por el espacio.
Es efectiva, total y universal
de origen a fin. La Iglesia en efecto no es otra cosa que toda la humanidad
restaurada en su gloria original, reconciliada con Dios, reunida con el Padre
en el Cristo por el Espíritu Santo.
La sola cosa que varia según el
tiempo y lugar, son los grados de participación de los hombres tomados
individualmente (cuya colección constituye la humanidad) en esta restauración,
reconciliación y reunión.
Por el contrario, la iniciación simbólica (masónica), que figura la
iniciación perfecta, prepara y conduce, se desarrolla en el tiempo y el
espacio, desde el origen de los tiempos hasta su término final, tomando formas
diversas.
Así, en época de la Edad Media,
se reviste en parte de la forma caballeresca.
En el esquema, la línea que representa la vía simbólica, atraviesa ( y
sostiene) la Caballería; y en el interior de la Caballería, durante una
duración determinada, atraviesa la Orden
del Temple:
La ciencia masónica ha pasado por los Caballeros del
Temple como ciertos ríos pasan por los grandes lagos sin perderse ni
confundirse en absoluto, de donde vuelven a salir reteniendo quizá en ellos
ciertas cualidades y propiedades particulares del lago que han atravesado.
Desde entonces, la
Francmasonería proveniente del Templo de Salomón y la Caballería modelada por
la Orden del Temple avanzan juntas. (La destrucción del Templo de Salomón al
igual que la de la Orden del Temple, que simbolizan ambas la misma mutación en
el destino del hombre, no han tenido ninguna repercusión sobre la realidad
esencial ni de la Francmasonería, ni de la Caballería).
Juntas, constituyen la vía simbólica cristiana.
Juntas, actúan a los lados de la
Iglesia, en sinfonía con ella para
alcanzar el acorde perfecto final.
Éste se realizará cuando,
contrariamente a la geometría racional, pero conforme a la geometría
espiritual, las dos paralelas, originadas desde el mismo punto Alfa, se vuelvan
a encontrar en el mismo punto Omega.
Pues de hecho, el esquema D,
representado como desarrollándose de arriba abajo, según la cronología, debe
leerse en realidad de abajo a arriba, según el paso del Espíritu, el cual es
ascendente, como en la parte derecha del esquema A. El Alfa y el Omega, en
efecto, como fue revelado a san Juan[50],
es el Cristo, «principio y fin de todas las
cosas.»
Así,
la iniciación sacramental y eclesial, y la iniciación masónica y caballeresca,
salidas ambas de Cristo, pasan también ambas por Cristo, terminan ambas en
Cristo.
Su
camino, gracias al paso por la resurrección
gloriosa de Irma, que a la vez es el Cristo y el hombre reconformado en
Cristo[51], lleva a
la Nueva Jerusalén, (reunión de los «cielos nuevos» y la «nueva tierra»)[52]. Lleva a
la reintegración del hombre renovado,
del Nuevo Hombre en el Cordero
sacrificado y triunfante (triunfante porque es sacrificado). Y este Nuevo
Hombre «llevará sobre su frente el nombre
del Cordero»[53]),
el cual es la Gloria del Eterno[54].
Tal es
el sublime destino al que el hombre
es llamado y dedicado.
La
iniciación nos lo enseña y nos prepara a ello. La Iglesia lo cumple.
He
aquí en que y porque somos servidores de Cristo y soldados de Cristo.
JEAN-FRANÇOIS VAR
31 de enero de 1998
Fiesta de los tres santos Doctores Basilio el Grande, Juan Crisóstomo,
Gregorio el Teólogo y del bienaventurado obispo Jean de Saint-Denis
Y
18 de de mayo de 2008
Fiesta de la Santísima Trinidad
ANEXO
Arquitectura de la obra de
Robert Amadou
La Tradition
maçonnique
Prólogo
Primera parte: I. Las fuentes
Capítulo 1: Los verdaderos
orígenes de la francmasonería,
«Francmasón»
y «Francmasonería»
Sección
I: La masonería operativa en el
continente, y principalmente en
Francia.
1. Las cofradías
2. Las corporaciones
3. Las logias
4. El compañerismo
5. ¿Cuál es, pues, el origen?
Sección II: La francmasonería operativa, británica
por definición
1. En Inglaterra
2. En Escocia
Sección III: De la francmasonería operativa a la
francmasonería especulativa
1. La transición en Escocia
2. La transición en Inglaterra
3. Factores de la transición
Conclusión: De la Gran Logia
de Londres a las logias francesas, vía Irlanda
Capítulo 2: De Anderson a
Ramsay: la religión católica y los jeroglíficos
(Las secciones
de este capítulo son por lo esencial dedicadas a un análisis comentado de las
Constituciones de Anderson)
Sección I: «Esta
religión en las que todos los hombres concuerdan»
Sección
II: «La religión en la que todo
cristiano conviene»
Sección
III: «Los tres grandes artículos de
Noé»
Sección
IV: «Ser hombres de honor y probidad»
Sección
V: «Las artes y las ciencias»
Sección
VI: «Filosofía sublime», «moral
sublime»
Segunda parte: II. Anales masónicos de los orígenes a
nuestros días
Anales
masónicos
Apéndice:
Equivocaciones de historia masónica[55]
Tercera parte: III. El Gran Arquitecto del Universo,
memorándum
Preliminares:
1. ¿Qué es el Gran Arquitecto del
Universo?
2. ¿Qué es la francmasonería?
3. ¿Cómo se convierte uno en
francmasón?
I.
Tradición: el Gran... un ser
II.
Iniciación: el Gran Arquitecto... una persona
III.
Existencia: el Gran Arquitecto del Universo... un valor
[1] Ritual oficial del Gran Priorato de las
Galias, Ordenes de los Caballeros Cristianos de Francia, Ceremonia de armamento
(Editions du Simorgh, 2007), pág. 136; Ritual de Armamento de los Caballeros
del G.P.D.H. traducción castellana, pág. 98. En esta cita como en las
siguientes, los pasajes destacados en negrita son nuestros.
[2] Op. cit., pág. 137 (del ritual del G.P.D.G.), pág. 98 (del ritual
del G.P.D.H.).
[3] Patrick Négrier, L’Initation Maçonnique (Paris, Editions
Télètes, 1991), p. 13.
[4] Op. cit., pp. 16-17.
[5] Hago
alusión a la condena pronunciada en 1980 por la asamblea de obispos alemanes (Pressedienst 12 de mayo de 1980;
traducción francesa en el nº 1807 de Documentation
catholique), sobre la base de los documentos proporcionados por los mismos
francmasones alemanes, con tan poco discernimiento que el resultado negativo
resultaba cantado antes de su presentación. Esta equivocación ha tenido
consecuencias graves, puesto que el cardenal Ratzinger (actual papa Benedicto
XVI), siendo a la sazón prefecto de la Sagrada Congregación para la doctrina de
la fe, dictó exqualites, como continuación a la revisión del Código de derecho
canónico y la supresión de la excomunión expressis
verbis de los francmasones, una interpretación (de fecha 26 de noviembre de
1983) manteniendo la exclusión de los francmasones de la comunión eucarística
(sobre esta cuestión, cf. el nº 8, 2ª serie, 1er semestre de 1984,
de Travaux de la Loge Nationale de
recherches Villard de Honnecourt de la Gran Logia Nacional Francesa, donde
este asunto es estudiado en detalle, aportando documentación al efecto).
[6] La Chaîne d’Union, revue d’études
symboliques et maçonniques du Grand Orient de France, nueva serie, nº 17,
verano 2001.
[7] Op. cit., págs. 39-40.
[8] De
este eminente especialista, recomendamos el precioso pequeño volumen que, en la
colección “Que sais-je?” dedica a L’Esotérisme
(Paris, Presses Universitaires de France, 4ª edición revisada y corregida
2007); al igual que su gran y fundamental obra Accès de l’ésotérisme occidental (Paris, Gallimard, 2 vol. 2ª
edición revisada y aumentada).
[9] La Chaîne d’Union, págs. 5-21.
[11] Ibid.
[14] Robert Amadou, La Tradition maçonnique, Paris, Cariscript, 1986.
[15] Grand Prieuré des Gaules – Ordres
des Chevaliers Maçons Chrétiens de France, Les
Cahiers verts, nueva serie, nº 2 (2007), págs. 19-48.
[16] Para
disipar toda confusión, todo riesgo de panteísmo, precisemos: esta ley –o Ley-
eterna que está en Dios e idéntica a Dios, es evidentemente el Logos,
proclamado teológicamente por el
Prólogo del evangelio de san Juan sobre el que los masones prestan juramento;
lo que Robert Amadou formula más adelante en su texto.
[17] Robert Amadou, La Tradition maçonnique, págs. 92-93.
[18] Cf. 1 Corintios 3, 10-11.
[20] Op. cit., p.p. 182-183.
[21] Esta formulación me incomoda
un poco. Yo preferiría: «la segunda persona de la Trinidad según la fe cristiana» o «según la
revelación cristiana».
[22] Cf. Mateo 4, 5; Lucas 4,
9.
[23] Cf.
mi presentación y traducción en el nº 7, 2ª serie (2º semestre 1983) de los Travaux de la Loge Nationale de recherches
Villard de Honnecourt de la Gran Logia Nacional Francesa, págs. 31-88.
[24] Op. cit. págs. 185-186.
[25]
Podemos remitirnos con provecho a la admirable teología de la creación
proclamada en el capítulo 1º, versículos 12 al 20, de la epístola a los
Colosenses, particularmente: «...él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque
en él fue creado todo en los cielos y sobre la tierra, las cosas visibles y las
invisibles (...) todo es creado por él y para él; y él es antes que las cosas
todas y todo subsiste en él; y él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; él es
el comienzo (o principio), primogénito entre los muertos, etc.»
[26] Op. cit., págs. 186-187.
[27] Colosenses 2, 3.
[31] Ritual oficial del Gran Priorato de las Galias, Ordenes de los
Caballeros Cristianos de Francia, Ceremonia de armamento, pág. 132; Ritual
de Armamento de los Caballeros del G.P.D.H. traducción castellana, pág. 91.
[32] Ibid. G.P.D.G. pág. 135 / G.P.D.H. pág. 97.
[33] Pequeñas estatuillas que
servían para la adivinación. Cuando Jacob se escapó de casa de su suegro Labán,
su esposa Raquel sustrajo los terafim
de su padre (Génesis 31, 19).
[34] Pectoral del sumo
sacerdote del templo de Jerusalén, por el que, de acuerdo a una tradición
judía, le servía de oráculo.
[35] Ibid. G.P.D.G. pág. 136 / G.P.D.H. pág. 97.
[36] 2
Corintios 11, 14.
[37] Los
masones, en su gran mayoría, se alarman ante este término de doctrina. Por parte de los tenientes de
la masonería a-dogmática, esto se comprende; pero para los masones
rectificados, cuando cada uno de ellos «[ha jurado] ser fiel a la santa religión cristiana»,
pues la religión cristiana, que yo sepa, tiene doctrina. Es de simple lógica
que la masonería cristiana comporte también una, que con toda seguridad ha de
ser la misma. ¡Pues no!; el término siempre sorprende. Guardo el recuerdo
divertido de este eminente masón y no menos eminente universitario proponiendo
sustituir este vocablo “malsonante” por la expresión, ciertamente inofensiva,
pero incomprensible, de ¡corpus
referencial!.
[38] Esta
ceremonia ha sido transpuesta por mis desvelos, mutatis mutandis, en la ceremonia, al uso en el seno del Gran
Priorato de las Galias para la consagración de un templo masónico.
[39] Ritual oficial del Gran Priorato de las
Galias, Ordenes de los Francmasones Cristianos de Francia, Directorio Nacional
de las Logias Rectificadas, Rito Escocés Rectificado, Ritual del Grado de
Aprendiz (Editions du Simorgh, 2004), p. 90. Mismo Ritual del G.P.D.H.,
pág. 20.
[40] Ibid. G.P.D.G. pág. 81. / G.P.D.H. pág. 126.
[41] Esta
exposición está constituida por el trabajo que data de enero de 1998 mencionado
en el Prólogo, muy ligeramente enmendado.
[42] «Abrahamita», es decir
relacionada con la persona de Abraham, y no «abrahamica», que ha tomado, bajo
el Islam, un sentido derivado (las religiones abrahamicas).
[43] Emanación: en la lengua clásica,
sinónimo de «dependencia
de una causa, de un poder superior». Ejemp.: «El alma razonable es una emanación de la Divinidad» (Diccionario de
Furetiere, 1694.) Nada que ver con el emanantismo, herejía gnóstica.
[44] En
la lengua clásica, intelectual quiere
decir siempre espiritual. En efecto,
en la antropología entonces en vigor, heredada de la escolástica, intelecto y espíritu son sinónimos. El sentido moderno de la palabra es
totalmente ignorado.
[45] Inteligente: dotado de intelecto, de espíritu.
[46]
Resulta patente la identidad completa del pensamiento de Willermoz con las
enseñanzas del apóstol Pablo en la epístola a los Romanos: «Revélase, en efecto, la ira de Dios desde el cielo contra toda impiedad
e injusticia de los hombres que reprimen la verdad con la injusticia, porque lo
conocido de Dios está de manifiesto en ellos, porque Dios se lo reveló. Pues lo
que de él es invisible, desde la fundación del mundo, su eterno poder y
divinidad, lo ve la mente por sus obras, a fin de que queden sin excusa; porque
conociendo a Dios no lo glorificaron ni le dieron gracias como a Dios, sino que
se desvanecieron en sus discursos y se oscureció su corazón incomprensivo.
Afirmando que eran sabios se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios
incorruptible por la semejanza de una imagen corruptible de hombre y de aves,
de cuadrúpedos y de reptiles» (Romanos 1, 18-23)
[47] Juan 6, 14.
[48] Hebreos 9, 11.
[49]
Podemos encontrar esto en numerosos textos patrísticos: san Ireneo de Lyon, san
Cirilo de Alejandría... En el ámbito occidental, podemos citar el salmo de san
Beda el Venerable (siglo VIII): «Bienaventurados
aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan en su corazón./ Habiendo
renunciado a las tinieblas, iluminadas y regeneradas por los tres sacramentos de la iniciación,
permanezcamos firmemente unidos a nuestra vocación cristiana./ Vacía de Satán,
limpiada por el bautismo, adornada por el Espíritu,¡oh alma mía!, haz habitar
en ti a Cristo y guarda sus tesoros divinos» (en esta última enumeración,
se reconocen claramente las referencias al bautismo, precedido de los
exorcismos, la unción por el santo crisma, y finalmente la eucaristía.
Por otra parte, en el plano de la teología mística,
no podemos pasar por alto la famosa descripción de Dionisio el Aeropagita de la iniciación teárquica con sus tres
operaciones o etapas: purificación, iluminación, y perfección o unión. Cf. mi
conferencia Hiérarchies celestes et
hiérarchies ecclésiastiques selon Denys l’Aréopagite [27 de mayo 2000]
pronunciada con ocasión del coloquio «Jerarquías y Tradiciones» y publicada en
los Cahiers du Groupe d’Etudes Spirituelles Comparées, nº 9 (Milán, Archè,
2001).
[50] Apocalipsis 1, 8; 23, 13.
[51] Cf. mi trabajo: « Qui est Hiram ? » (edición privada).
[52] Apocalipsis 21.
[53] Ibid. 22, 4.
[54] Ibid. 21, 23.
[55]
Estas pocas páginas antaño publicadas en los Travaux de la Loge Nationale de recherches Villard de Honnecourt de
la Gran Logia Nacional Francesa, nº X (1974), en época en que, en vida de Jean
Baylot, las columnas de esta revista fueron abiertas a Robert Amadou. Lo que no
duró mucho.
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