La esencia de la Caballería consiste en el espíritu de servicio del Caballero y en su capacidad de sacrificio. El Caballero sabe que es necesario poner su inteligencia, su voluntad y su fuerza al servicio de la justicia y de la verdad.
Reconociendo y aceptando esta necesidad primera, el Caballero se emplea en evitar, que actuando a la inversa, la fuerza y el valor se conviertan en instrumentos al servicio de intereses personales, o que incluso se transformen en medios para reforzar su propio orgullo y poder en detrimento de los demás.
Por la humilde aceptación de sus limitaciones humanas, el Caballero realiza la mayor expresión de la criatura humana que lleva en sí misma la presencia de Dios. Siendo consciente de estos límites y realizándolo en su propia vida, sobrepasa los límites de la naturaleza humana.
La Caballería es pues una Vía de santificación por mediación de la práctica del combate y las virtudes militares.
Vista ésta cualidad específica, la Caballería toma con toda justicia la figura de Orden.
La Caballería es definida como una Orden porque ha sido instituida directamente por Dios para defender el ordenamiento cristiano, incluso cuando, en tanto que institución histórica, precede al cristianismo.
La Caballería es una Orden porque posee su tradición y reglas propias fundamentadas en el Evangelio, gracias a las cuales el Miles espera su santificación, y por otro lado, porque por medio del rito de Investidura, la gracia actúa sobre la persona transformando su naturaleza, haciendo del Caballero un combatiente de Cristo, dotado de la asistencia divina necesaria para el cumplimiento de su función de Miles.
Traducido de Domenico Errante, 21 de febrero del 2013.
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